Pocos saben que Tito es el apelativo de Saturnino Rodríguez
Mesa, portero que fuera del Club Deportivo Puerto Cruz durante muchas
temporadas. “Tito el Pisaca en la puerta”, decía uno de los primeros versos que
describía la alineación de “aquel Puerto cruz llamado el pequeño Real Madrid”,
la singular formación de los años sesenta que conquistó todos los títulos de la
época, y lo que es mejor, que jugaba con
un sentido de la estética futbolística fuera de lo común.
Tito era el
arquero, el que aprendió en El Peñón desde chiquito, el que se curtió en los
filiales y el que, conquistada de forma indiscutible la titularidad, no la dejó
hasta una fastidiosa y delicada lesión que le apartó de los terrenos de juego.
Se había lanzado a los pies -una de sus especialidades- de De las Casas, un
atacante del Mensajero. Impidió el remate y probable gol pero del choque salió
malparado uno de los codos del meta. Quienes le conocen bien dicen que luego ya
no fue el mismo.
La lesión
fue ciertamente grave. Quienes le conocen bien, cuentan que después de aquel
lance, Tito ya no fue el mismo. Pero su proceso de recuperación fue admirable.
En aquellos años, cuando tan limitados estaban los instrumentales médicos y
clínicos, el portero perseveró hasta niveles insospechados con tal de volver a
jugar. No podremos borrar la imagen de un trabajador que iba a su puesto con un
peso simulado que portaba también en cualquier sitio, lejos de sus ocupaciones.
Lentamente,
con ganas y constancia, Tito volvió a entrenar y retornó a la portería del C.D.
Puerto Cruz. Era el premio a la fe en sí mismo, al poder de recuperación. Las
aficiones, no solo la local, le respetaron para seguir ovacionando sus
atajadas, su colocación, sus reflejos… Fue un segundo ciclo pródigo también en
partidos decisivos y la antesala de una etapa en la que el fútbol regional se
“profesionalizó” muchísimo: la época de los fichajes bien pagados, de las
intensas rivalidades zonales y de los saltos a equipos de categoría superior.
A Tito le
gustaba tanto el fútbol y eran de tal calibre sus ganas de jugar que, una vez
retirado de las competiciones, siguió en activo en equipos y torneos de
aficionados. Fue portero del célebre Team Playa, donde recalaban casi todos los
jugadores de Puerto Cruz que habían cumplido su ciclo activo. Era una especie
de seguro, un fijo al que nadie discutía. Un portero con ángel al que posible
verle hasta que cumplió setenta años -han leído bien: setenta- cuando decidió
poner punto final en Austria, en una competición de veteranos.
Formó parte
de aquel equipo legendario que ganó al Juventud Silense (2-1) un decisivo
encuentro para ascender a la Primera categoría, hecho que se consumó meses
después. Las paradas de Tito resultarían determinantes. Pineo, Carlos Espinosa,
Tini, Argeo… fueron sus suplentes. Todos sabían que tenían delante un
guardameta de categoría.
Ahora le
vemos con el mismo o similar físico, su sonrisa seria, su tratamiento educado,
su acompañamiento familiar y seguimos ponderando esas cualidades mientras
retrotraemos el pensamiento a cualquiera de sus intervenciones, a cualquiera de
sus palomitas y a cualquiera de sus salidas a los pies de los rivales. Fue un
grande bajo los palos, un número 1 que lució con responsabilidad y una humilde
brillantez.
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