Lo deseable, dicho a la primera, es que si va a haber debate
en torno a la reforma y ampliación de la carretera del Botánico, que no se
eternice. La fatuidad que ha caracterizado algunos proyectos de iniciativa
pública en el Puerto de la Cruz y la excesiva lentitud, tanto en su tramitación
como en las ejecuciones -véase el listado de actuaciones promovidas por el
Consorcio de Rehabilitación Turística-, han acentuado inevitablemente la
incredulidad. Si a ello se añade la mala suerte que ha acompañado en otras
realizaciones, lo menos que puede hacerse es, al calor de la experiencia, expresar
la idea de que no se invierta demasiado tiempo para no perder el tren o para no
quedarse definitivamente atrás en ese propósito de mejorar y renovar la ciudad,
de hacer más competitivo el destino.
El caso es que, por mor de un
convenio con el Cabildo Insular, la vía, la TF-312 pasa a ser de titularidad
municipal, por lo que el Ayuntamiento tendrá que reactivar sus instrumentos de
planificación y tomar una decisión consecuente que mejore la accesibilidad al
municipio. Téngase en cuenta que la carretera del Botánico es una de las más
transitadas en toda la isla. Y ya han surgido las primeras trabas: mientras el
Cabildo, por un lado, se quita de encima la infraestructura; por otro, su
Servicio Administrativo de Cultura y Patrimonio recomienda que, dados sus
valores históricos-arquitectónicos, se catalogue un inmueble (popularmente
conocida como Casa el Viejito) cuya demolición es indispensable para el
proyecto de ampliación. La flagrante
colisión hace temer una larga controversia: el Puerto o la fuerza del sino.
(Curiosa y paradójica, por cierto, la postura del Cabildo a la hora de ponderar
tales valores: con la remodelación del paseo San Telmo, y del muro en concreto,
no ocurrió igual. Así se aguarda una decisión judicial al respecto).
Pero si el Ayuntamiento tendrá que
decidir entre el pragmatismo de la operatividad del tráfico y la conservación
de bienes catalogados, no olvidemos otra actuación en las cercanías que, de
alguna manera, también incide en la remodelación que nos ocupa: la ampliación
del Jardín de Aclimatación o Jardín Botánico, un ejemplo de lo que decíamos al
principio. Y eso que se disponía de terrenos y ha contado con presupuestos
plurianuales. Después de algún artículo en el que se denunciaba la situación de
abandono, visible desde el distribuidor de la antigua Bananera, se hizo una
faena de aliño para desescombrar y rematar las obras de conexión interior y
vuelta a parar. Los meses han pasado y la estampa continúa siendo desoladora.
Un extranjero, asiduo visitante, lo comentaba en que vísperas navideñas: “He
venido tres veces en los últimos cinco años, y la obra sigue igual. ¿Qué pasa?”.
Esa es la pregunta que seguro tiene
respuesta. Pero lo que la gente quiere son resultados, anhela ver culminadas
las actuaciones que permitan contrastar la innovación y la cualificación,
aguarda la disponibilidad de nuevas dotaciones que propicien la superación de
la decadencia y hagan del Puerto el destino atractivo que siempre fue. El
Jardín Botánico es un recurso primordial tanto desde el punto de vista
científico como de reclamo turístico. Entonces, ¿qué pasa?
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