Anda el personal repartiendo parabienes, besos y abrazos,
siguiendo la tradición, y no parece que golpee la crisis ni nada porque el
consumismo se eleva y se eleva pues no conoce de frenos.
La estampa se reproduce cíclicamente. Tantos almuerzos,
tantas cenas, tantos compromisos, tantas costumbres, tanta nostalgia… La vida
se revuelve en estas fechas decembrinas sobre el mismo eje: los mejores deseos
-se dice, se escribe y se transmite- son los que están en el ánimo de cada
quien, expresado con mayor o menor convicción.
La vida no es Navidad ni las celebraciones posteriores pero,
al menos, refresca la ilusión perdida o la que se agotó, la monotonía, la
rutina y las tribulaciones cotidianas. Hasta los tópicos. “Navidad que con
dulce cantar…” y todo va fluyendo como
siempre o como casi siempre.
Y dentro de nada, otra vez lo mismo.
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