Reivindica la Asociación Europea de Televisiones Regionales
(CIRCOM) un periodismo local fuerte. Es más, lo sitúa como primera
prioridad. La Asociación cree que la
información regional fomenta el debate y la participación democrática, además
de haber contraído un compromiso especial con la información cultural que
aboga por la representatividad y la
diversidad.
Pues ahí
tenemos algunos factores determinantes para entender la razón de ser de las
televisiones más próximas, es decir, las autonómicas y las locales. Nacidas
para tratar el hecho informativo o noticioso y la realidad social y cultural
que los canales generalistas, por distintas razones, no podían o no querían
abarcar, se pensó que no solo iban a enriquecer la oferta mediática sino a
generar empleo en un sector creciente cuya importancia estaba más que
demostrada a medida que evolucionaba la sociedad de la información.
Demasiadas
ilusiones y demasiado optimismo en aquellos principios. Con el paso del tiempo,
las expectativas fueron disminuyendo. En España, distintas circunstancias que
van desde la manipulación política a las dificultades de financiación, pasando
por descontrol y derroches, acabaron cuestionando la credibilidad del propio
medio. El producto fue mermando calidad progresivamente. Y el manto de servicio
público con el que supuestamente habían nacido, salvo en contadas excepciones,
fue difuminándose hasta su evidente postergación.
En primera
etapa, las televisiones locales arrancaron con fuerza, descubrieron nichos de
mercado publicitario y cubrieron con cierta dignidad acontecimientos de su
ámbito más cercano. En la mayoría de los casos, se trataba de pequeñas y
medianas empresas cuyos titulares incursionaron en el mundo audiovisual creyendo
que podrían llegar más vacas gordas. Algunas emisoras llegaron a disponer de
interesantes parrillas de programación, en las que no faltaban espacios de
producción propia e incluso informativos emitidos diariamente con cierta
puntualidad.
Es verdad que surgieron buenos
profesionales pero otros desistirían a medida que decrecían los niveles de
popularidad y de audiencia. Cuando cuajó la crisis, muchos proyectos se irían
desvaneciendo, por falta de viabilidad práctica. Carencia de ideas originales, de
vías de financiación y de capacidad de riesgo dejaron bajo mínimos la
producción y su calidad e hicieron insostenibles las parrillas, a la espera de
que las administraciones públicas encontrasen más recursos y más subterfugios
destinados ayudar para recuperarse. Aunque también se pueda decir para subsistir
o prolongar la agonía, o sea, una pescadilla. Profesionales que no cobran o
cobran poco, bagaje tecnológico cada vez más menguado, inserción publicitaria
cuasi regalada y presencia reducida a los compromisos de la propiedad o a las
peticiones expresas de promotores de cualquier cosa. Que la crisis causó mella,
no hay quien dude. Pero también dentro del sector se han cometido errores y se
ha incurrido en desidia y vulgarismos, un sindiós para remontar.
De modo que la apelación de CIRCOM es
significativa y debe hacer reflexionar a los responsables de canales
televisivos locales, algunos de los cuales emiten, por cierto, en la más
flagrante ilegalidad. Precisamente, la satisfacción de las reivindicaciones de esta
organización contribuiría a recuperar crédito y a dignificar su propio producto
mediante una revisión de contenidos que se hace absolutamente indispensable. Si
se habla de debate y de participación democrática, hay que ser consecuentes. Si
se quiere robustecer el hecho cultural para hacer efectivos los principios de
la representatividad, el pluralismo y la diversidad, hay que moverse a partir
de ahora con otros esquemas.
Imposible hablar de competitividad,
de profesionalidad, de comunicación seria o de industria audiovisual si se
prosigue por la misma senda.
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