La frecuencia con que
dirigentes y cargos públicos faltaban a la verdad en sus comparecencias ante
los medios ha determinado la aparición de un nuevo género periodístico
consistente en la verificación o la comprobación de la veracidad de sus
declaraciones. La disponibilidad y la facilidad de acceso a buscadores,
hemerotecas y archivos lo hacen relativamente fácil de ejecutar. Las exigencias
de transparencia, prácticamente universales, en especial en el ámbito público,
contribuyen a su desarrollo. Los políticos, en ese sentido, deben andarse con
mucho cuidado: hasta hace poco gozaron de una gran permisividad y hasta
abusaron de la desmemoria de la gente pero ahora que empiezan a consolidarse
programas y espacios que cultivan este género, su margen de maniobra en ese
campo empieza a ser cada vez más reducido. Si se les pide coherencia y si no
quieren ser pillados en incumplimientos, dolos o contradicciones, habrán de ir
montando y repasando su propio archivo, única manera de no ver mermada su
credibilidad y sus capacidades de información, análisis y convicción.
Muchas apreciaciones y observaciones de personajes públicos
que están en la cresta de su popularidad y quieren permanecer en primera línea
son carne de titulares. Los periodistas y los medios los están esperando. Para destacar
y reafirmar mensajes -y puede que líneas editoriales- o ganar audiencia y
lectores o poner en tela de juicio al autor de las manifestaciones. Entonces,
brota la gran duda: distinguir la realidad de la falacia, de la artificialidad,
de la impostura y ¿por qué no? de la iniquidad y la ignorancia. Las
posibilidades de escapar, si hay una mínima destreza y un adecuado uso de los
recursos al alcance, son pocas. Ni el mismísimo Barack Obama ni el primer
ministro del Reino Unido, David Cameron, han podido eludir esta soberana
fiscalización periodística. En España, donde la cadena de televisión La Sexta ha ido cultivando el género en
distintos programas, son muchos políticos y personajes públicos los que han
quedado o están quedando en evidencia. En la memoria quedan aquellos ensayos de
Julián Lago en La máquina de la verdad (Tele
5), más dados al espectáculo y al morbo que otra cosa, renovados o
actualizados en realities con el
polígrafo y sus dictámenes.
Las dudas saltan para dar razón de ser a la pretendida
verificación: ¿Cómo sabemos cuándo una figura pública está mintiendo o
distorsionando información para beneficio político o personal? ¿Cómo decidimos
en qué creer? ¿A quién creerle? Cuando se trata de corroborar los dichos de las
figuras públicas, ¿por dónde empezamos? Sherry Ricchiardi plantea estas
cuestiones en un documentado trabajo para ijnet.org
en el que alude al sitio PolitiFact, premiado
con un Pulitzer, donde se detallan algunas recomendaciones para desenvolverse
en el género. La editora Angie Drobnic Holan señaló sobre el particular:
“Cuando estamos buscando pruebas de lo que se dice, elaboramos una lista de
cosas a chequear para asegurarnos de no olvidar nada. Si bien cada acción de
verificación de información es diferente, en cada una de ellas se pueden utilizar las mismas técnicas
para descubrir los hechos y llegar a la verdad”.
Estos serían, expuestos de forma muy condensada, sus
consejos para que el periodista obre con propiedad y seguridad:
-Pedir pruebas de lo que se dice.
-Buscar lo que otros verificadores de información hayan
encontrado antes.
-Hacer una búsqueda en Google y luego realizar otras.
-Consultar expertos con puntos de vista
distintos.
-Más preguntas a uno mismo y otras
fuentes para contrastar la evolución del trabajo y su consistencia.
Una organización que promueve la
precisión de la información que manejan los medios de comunicación, Africa Check, también ha trabajado sobre
estos menesteres y recomienda recurrir a las fuentes de datos, a los expertos y
a la gente: “Verificar el discurso público -apunta- no es sencillo. El diablo,
a menudo, está en los detalles. Para encontrarlo, se necesita resistencia y
persistencia”.
Una experta en engaños, Janine Driver,
sugiere que la última pregunta de una hipotética entrevista sea de este tenor
literal: “¿Me dijo la verdad en todas sus respuestas?”. De la forma de
contestación, se empieza a desprender o no la franqueza. Y con ella, la
verificación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario