Entre las secuelas del fracaso que significó no alcanzar un
acuerdo global de gobernabilidad tras los últimos comicios legislativos, hay
que consignar la presumible desmotivación de amplios sectores de población que
si ya habían dado muestras de desafección política -acaso mitigadas por la
irrupción de nuevas formaciones y el interés en propiciar un nuevo escenario-
ahora es probable que hayan encontrado la disculpa perfecta para expresar su
desapego o, mejor dicho, para desentenderse del proceso que se avecina.
Lo dicho no equivale a un vaticinio de abstencionismo
creciente. Todo lo más, de lo que se trata es frenar la desmotivación, de
impedir que la gente se desentienda con ideas simplistas como ‘todos son
iguales’ o ‘de qué sirve mi voto’. No solo no son iguales sino que el ejercicio
del sufragio tiene que valer, sean cuales sean las circunstancias, para
fortalecer la participación ciudadana y para hacer madurar la democracia. Cada
convocatoria a las urnas tiene que ser correspondida, que para eso la libertad
de elegir se mantiene incólume.
No es positivo, por tanto, refugiarse en el pasotismo o en el
derrotismo, estados de ánimo muy propios para terminar eludiendo
responsabilidades. Por mucho descontento que haya generado todo el frustrante
proceso -en el fondo, un fracaso colectivo, como han reconocido todos, aunque
el PP con la boca chica- seguido tras el 20-D, el propio sistema marca el
camino subsiguiente: más democracia para resolver los problemas y las
discrepancias de la democracia.
¿Sirve de algo la desmotivación, resuelve algo? La respuesta
es negativa. Hay situaciones que requieren de pasos determinantes y esta es una
de ellas. Cierto que los electores no tienen culpa. Y que los partidos tienen
que asumir la parte que les corresponda. Y si no hay cultura pactista, pues
tendrán que esmerarse -con una labor pedagógica como hasta ahora no la han
practicado- para hacerle ver al personal que las opciones de gobernabilidad
pasan por el diálogo, la transacción y el consenso. Después, ya se verá cómo
gestionan y administran pues igual lo hacen bien y estarían pariendo la nueva
política.
Esa sí que
lo sería.
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