Con
la franqueza que la caracteriza, María del Carmen Martín Lugo-Viña,
va y suelta:
-Yo
no soy fotógrafa. Solo reflejo, detrás de la cámara, los momentos
mágicos vividos en mis paseos por el mundo.
Y
así ha podido dar vida a “Mi exposición soñada”, abierta en el
Museo de Arte Contemporáneo 'Eduardo Westerdhal' (MACEW), en un
caluroso mediodía del festivo julio portuense, caracterizado por una
eclosión cultural fuera de lo común. La introdujo Isidoro Sánchez
García, hiperactivo en estos menesteres con los que llenar su
jubilación, da igual mirando a Europa que a América.
Por
eso habló del “periplo cósmico” de María del Carmen, que fijó
su mirada en África, la propia América y Canarias, para obtener
espléndidas gráficas que rezuman su sensibilidad por la
antropología y la naturaleza, testimonios vitales de su recorrido en
el que siempre hubo un momento para detenerse y disparar hasta lograr
resultados estéticos admirables.
Ese
es otro aspecto relevante de la magia que acompaña a la autora: la
plasticidad que envuelve sus obras, plasmada en saltos de agua o
cascadas que son antesala de la frondosidad selvática o de masas
acantiladas cuyo colorido hace emerger formas de sirena a cuyos pies
se rinden palmípedas oceánicas.
Pero
no se quedan atrás los rostros, infantiles o avejentados, las
miradas inocentes o penetrantes y la dermis curtida. María del
Carmen Martín capta ese lado humano que exalta el momento en que
apretó para perpetuarlo. Es la inagotable vertiente vitalista de su
fotografía, también apreciada, por cierto, en los atuendos
polícromos de las gentes del altiplano o en el pintoresquismo frutal
de mercados al aire libre.
“Es
algo más que energía. Es pura pasión, es capacidad de
comunicación, es reflejo de una actitud positiva ante la vida. Es un
auténtico ejercicio de innovación personal”, comentó Isidoro
Sánchez en la presentación, sin frenar su entusiasmo, no en vano
fue quien más animó a la autora, que dedica la exposición a su
madre, Nieves Lugo Benítez de Lugo, cumpliendo una promesa, llena de
belleza y de rasgos atrayentes. Fue amasando y amasando sueños, sin
saber muy bien si algún día, podía reunir fragmentos y
presentarlos en público con tanta pulcritud.
Cuando,
parafraseando a Eduardo Galeano, Sánchez la define como “cazadora
de imágenes”, está confirmando aquella confesión personal de los
“momentos mágicos”, grabados para siempre en el 'alma', que es
como llama a la máquina con la que ha ido coleccionándolos. En las
dependencias del MACEW, los preside una original visión del viejo
gigante, el Teide, con una peculiar visión impregnada de la mejor
luz que pone al descubierto la sinfonía cromática de los colores
térreos y florales autóctonos.
Tiene
razón María del Carmen Martín: son momentos mágicos. El revelado
debió ser una gozada.
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