Se suscita en la resaca electoral una cuestión que nos
concierne: ¿Qué hacer con la trascendencia mediática de las encuestas a pie de
urna al minuto del cierre de los colegios peninsulares cuando en los
canarios aún queda casi una hora de votación?
La situación
no es nueva, de acuerdo, pero obliga a algún tipo de medida o regulación. En el
pasado, cuando existía la desconexión radiofónica en las cadenas, silenciando
el circuito de las emisoras canarias, unos pocos privilegiados (personal de las
mismas y contacto de éste con amistades, candidatos y dirigentes de los
partidos políticos a quienes discretamente se filtraba) accedían a la
información que se suministraba y, todo lo más, siempre en círculos muy
reducidos, se desarrollaban unos postreros afanes con tal de apurar los últimos
sufragios.
Pero ahora
existe internet y ya no hace falta explicar más. La información está al alcance
de todos en cualquier momento. Las desconexiones pasaron a mejor vida y esa
accesibilidad universal puede convertirse en un factor determinante o
desequilibrante, en el sentido de que, conocida la información, es posible
vertebrar alguna acción de última hora que empuje direcciones de sufragios en
busca de incrementarlos o de minorar distancias, a poco que se tenga intuición
-o consciencia- de lo que se tenga en ese momento. Cierto que hay que
organizarse muy bien y que a nadie resultará fácil dejar para esa última hora
lo que a lo largo de la jornada no se ha querido hacer, pero es posible.
Algo hay que
hacer desde luego, socapa de las complicaciones que se puedan producir con
reclamaciones y derivadas (Baste la sombra de dudas, chapuzas y pucherazo que
se extendió insólita y rápidamente por las redes sociales el día después). Si
no recordamos mal, algún partido político llegó a incluir en su oferta
programática la readaptación del horario, uniformándolo con el de Canarias para
todo el país. Ya se verá si la voluntad política es de aplicación.
Más
sencilla, aparentemente, sería otra medida de homogeneización, aunque
comportara alguna modificación de la normativa electoral. Sería el
establecimiento de un horario fijo y unívoco de apertura y cierre de los
colegios electorales en todo el territorio nacional: ocho de la mañana y siete
de la tarde, a título de ejemplo, para que haya tiempo de preparativos y demás,
así como para agilizar o adelantar el escrutinio en mesas y colegios, sin
olvidar el tiempo que pueden ganar todos los que han de cumplir con sus
obligaciones desde el principio hasta el cierre: miembros de aquéllas, de las
juntas electorales, interventores y representantes de la Administración, muchos
de los cuales, al día siguiente, han de incorporarse a sus puestos de trabajo.
Independientemente
de las aportaciones científicas sobre el por qué de los husos horarios -el
profesor Segura Clavell ofreció una muy interesante hace poco-, los dirigentes
políticos tendrán que afrontar la cuestión con voluntad clara de regular algo
que se puede ir de las manos. Y no están los tiempos para cruzarse de brazos
ante la necesidad de mejorar la calidad democrática. Este hecho lo demanda.
1 comentario:
La calidad democrática mejoraría si se acabara, en tiempos de Internet, Facebook y twitter, con la obsoleta jornada de reflexión o con la hipocresía que supone el no poder publicar encuestas durante la última semana. Encuestas que se siguen haciendo, que manejan los partidos y que se publican en Andorra!!! y los únicos que no podemos conocerlas somos los votantes. Lo más honrado sería tener encuestas y poder pedir el voto durante toda la campaña electoral.
Publicar un comentario