Había recorrido medio mundo y no era ajena a las intrigas, a
las persecuciones y a las inconsecuencias de los humanos. Hasta que en 1964 se
afincó en el Puerto de la Cruz, donde a la sombra de la montaña de Las Arenas,
en La Asomada, trabajaba en silencio y con una delicadeza fuera de lo común,
apoyada en todo momento por Dori Tamajón, una buena amiga y una eficacísima
colaboradora. Nacida en Polonia, alumna del célebre pintor Oscar Kokoschka, le
echó valentía a la vida, residió en varios países africanos y cuando retornó a
Europa, fue atesorando la sutileza que distinguió su producción artística, la
que valió un generalizado reconocimiento de crítica y público. Había ingresado
en la Academia Real de Bellas Artes de Londres y la de San Miguel Arcángel de
Tenerife la había elegido miembro correspondiente en 1998, año de una
inolvidable exposición antológica de su obra. La corporación municipal
portuense la hizo Hija Adoptiva en 2004: su trabajo y su trayectoria se veían
merecidamente recompensados.
Los ojos y
las manos de Vicki Penfold dejaron de hablar en la festividad de Nuestra Señora
de Candelaria. Era, por encima de todo,
una excelente observadora. De ahí la finura de su concepción artística,
ya en la pintura ya en la escultura: quedó plasmada en lienzos, en bronce, en
grabados y cartones donde se reflejaba su interpretación de la realidad. En
ocasión de su noventa cumpleaños, subrayamos su dulzura, la dulzura de la miel
artística apreciada en cada obra suya, fruto de un tratamiento esmerado que
exaltaba la sutileza de su personalidad creadora.
Acompañamos
a Vicki Penfold cuando hizo entrega en el hotel Mencey a Su Majestad el Rey de
un busto que impresionó a don Juan Carlos. Tuvo el detalle de enseñármelo
antes, recién acabado, cuando explicó pacientemente las características del
proceso de elaboración. Hablaron en
inglés y el monarca le dirigió palabras tan emotivas como cariñosas. La obra
era digna de admiración. Debe andar su busto, tan realista, tan certero, en
algún lugar distinguido del palacio de La Zarzuela.
Era otra
expresión de sutileza de una artista polifacética, capaz de dominar varias
técnicas pictóricas y de esculpir con golpes certeros. Por siempre Vicki.
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