La experiencia sensorial
visual de espectador -es su propia definición- hace que la escritura de
Evaristo Fuentes desvele su personalidad, aquella que le ha permitido ser un
pertinaz y nada indiferente observador de cuanto acaecía a su alrededor. No le
hizo falta, además, estar en primera fila: callado, sin alharacas, crítico
-hasta consigo mismo- e intérprete de la realidad a la que se acercó o siguió
desde más cómodas distancias, desde los ángulos de sus textos se adivina un
dionisíaco afán por plasmar ideas y sensaciones que va entrelazando con soltura
hasta convertirlo en un ejercicio de divertimento.
El autor de esta ‘cronología comentada de noticias’ le puede
a casi todo, a algunas materias con más gusto que a otras. Pero tanto con la
política como con la cultura, con los deportes como con los sucesos, se
desenvuelve con cierta osadía, hurgando en los rincones más insospechados hasta
dar con la tecla que enciende el fundamento original de sus apreciaciones.
Los capítulos de estas páginas son, pues, la narración de
quien procura huir de las elucubraciones. En una confrontación deportiva, en
una exposición pictórica, en una conferencia, en una presentación de proyecto
técnico, ante una pantalla cinematográfica o ante un escenario donde exaltaban
la música o las artes escénicas, allí donde Evaristo Fuentes ha querido estar y
no conformarse con la condición de mero asistente, sus comentarios posteriores
-algunos de ellos, rompedores- eran esperados para comprobar que el escritor checo
Milan Kundera tenía toda la razón cuando decía que “la vida es la memoria del
pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, el modo de pensar
y de vivir”.
Fuentes agrupa y sistematiza escritos que cruzan seis
décadas de anotaciones personales en sus diarios y de publicaciones en
periódicos. Independientemente de que haya llegado el momento de hacerlo, sus
impresiones reflejan el paso existencial: ha visto crecer y destrozar los
pueblos de su comarca, ha compartido -sin conformarse- las inquietudes y las
circunstancias ‘sociohistóricas’ de cada momento o de cada época y ha
reflejado, procurando en todo momento la coherencia que le distingue, su modus vivendi.
La lectura de estas páginas refrescará
avatares y permitirá traslucir pensamientos que el autor no quiso que durmieran
el sueño de los justos. Evaristo Fuentes ha sido un Espectador dinámico y sensitivo, alguien que ha contemplado y
seguido los hechos o los acontecimientos sin indiferencia. Las que siguen son
sus impresiones, escritas -la inmensa
mayoría- sin querer dejar correr la pluma, porque la contemplación activa debe
inspirar siempre una reflexión.
Seguro que cuando ha seleccionado y repasado los textos, el
autor ha vivido su memoria. Será él quien confiese si se ha asombrado con ello o
no, como sugería el novelista estadounidense Jack Kerouac. Los lectores, desde
luego, descubrirán aristas, efectos, convicciones y análisis de quien, sin necesidad
de estar en ubicación privilegiada, aún tuvo opción de no anclarse en una
visualización efímera.
Es, en cualquier caso, una memoria fértil.
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