El mandato municipal
(2011-15) en el Puerto de la Cruz será recordado por varios motivos, entre los
que hay que incluir el sobresaliente papel de las redes sociales a la hora de
analizar la política local. Ha sido el mandato de las redes.
Los portuenses, poco dados
a la participación en asuntos públicos, por lo tanto, con un cierto prejuicio
de pasotismo e indiferencia, han encontrado una vía donde expresar lo contrario
del espíritu acrítico que les caracteriza.
Tal es así que las redes
han propiciado la creación de foros, plataformas sociales, de colectivos y
grupos ciudadanos que mantuvieron la
llama encendida de causas que, en otros tiempos, se hubieran evaporado sin más.
Quejas, denuncias, valoraciones, gráficas que no engañaban…, de todo eso podía
encontrarse en distintos sitios a los que se iba sumando gente de toda
condición social y política que debatió con ganas y encontró un canal como
quizá no hubiera soñado para hacerlo.
Y así, el plácido mandato,
que discurría con monotonía, indolencia y sin repercusiones, pese a que algunos
hechos entrañaban la suficiente gravedad como para haber producido otros
efectos, terminó viéndose agitado y animado por el papel de las redes sociales,
hasta el punto de que el gobierno local reaccionó para afrontar arreglos,
reparaciones o mantenimientos que casi dormían el sueño de los justos. Tendría
el ejecutivo que agradecerlo: se movió y actuó desde que la situación
denunciada generaba adhesiones y aumentaba el impacto del descontento. De no
mediar la aportación ciudadana en las redes, los problemas se hubieran
prolongado y las estampas de desidia e insensibilidad se hubieran multiplicado.
En cualquier estudio sobre
redes de ciudadanía y utilización de tecnologías de comunicación en ámbitos muy
localizados, el caso del Puerto de la Cruz es digno de ser tenido en cuenta.
Aquí, desde luego, han servido para despertar conciencias y para contrastar la
preocupación de los ciudadanos. Sabido es que no resulta fácil vertebrar movimientos
sociales e inquietudes sociales: muchos intentos y muchos ensayos fracasaron.
Es también una cuestión de carácter del portuense: bueno, permisivo, permeable;
pero también indiferente, desmotivado, proclive a descansar la responsabilidad
en terceros. Con las facilidades que da el manejo de las tecnologías, al menos
la cercanía a los problemas, la identificación con su realidad más cercana, la
voluntad de ayudar para resolver, la defensa de valores patrimoniales o el
impulso de soluciones a iniciativas y
proyectos, han recobrado enteros.
Ha sido el mandato de las
redes. En alguna se han suscitado auténticos debates sobre causas que, sin
aquéllas, ni siquiera hubieran aflorado. En otra, con imaginación,
establecieron hasta una clasificación de chapuzas registradas en el ciclo
político que se acaba. En otra, se comprobó con creces que el problema del
mantenimiento de zonas y recursos públicos en la ciudad sigue siendo una
asignatura pendiente.
El Ayuntamiento, la nueva
corporación municipal, las entidades y los actores sociales deben tener muy
presente la evolución de esta experiencia a poco que se analice para calibrar
la importancia del fenómeno.
A reflexionar.
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