Desde la recuperación de la democracia, se puede coleccionar
por docenas la sucesión de lemas y eslóganes de campaña electoral. Algunos, muy
atinados. Otros, verdaderos e infortunados ejemplos de lo que un partido
político no debería esgrimir. Esa síntesis, ese mensaje que los creativos y
publicistas se inventan -cuantas menos palabras, mejor, era una regla de oro-
ha circulado con desigual fortuna en convocatorias de todo tipo, referéndum
incluido.
No iba a ser
menos la presente campaña. Admitido que cada vez es más complicado acertar con
originalidad, ese ‘todo vale’ merecedor sin reservas de reprobación hasta
erradicarlo del debate político, está dando pie a frases y expresiones que no
van más allá de ocurrencias escapistas o subterfugios, en algún caso cargado de
intención, de provocación o de mala uva, como para cebarse en alguna decisión o
en algún suceso que es indicativo de talante y hasta de filosofía política.
Ahí tienen al
candidato del Partido Popular (PP) de Badalona, Xavier García Albiol, que basa
sus vallas y cartelería con la frase “Limpiando Badalona”. Pese al gerundio,
podría valer como frase socorrida de cualquier campaña que se precie. Pero no:
va más allá, es transgresora. El señor García Albiol tiene antecedentes: fue
quien hace unos cinco años acreditó un rechazo a ciudadanos extranjeros que
andaban o se habían residenciado en la ciudad. Le ayudó la presidenta del PP
catalán, Alicia Sánchez Camacho. Y la justicia le absolvió de las denuncias que
habían presentado varias organizaciones por presunta incitación al odio racial,
otorgándole todos los beneficios de la libertad de expresión. Bendita libertad
para algunos.
Total, que el
señor alcalde, candidato a la reelección, se quedó con ganas y se recrea en su
suerte. Por cierto, también es de los representantes del PP que, para su valla,
renuncia a logo y siglas, convencido -es probable- de que le perjudicarán en la
próxima cita electoral. El gerundio de marras y el espíritu simbólico de su
mensaje son ahora sus recursos. Con alcaldes así, la independencia de Catalunya
tendrá un coste muy alto.
Otras
formaciones políticas llevan el asunto a Europa, en busca de que alguna
institución haga algún tipo de condena. Los esfuerzos para combatir el racismo
y la xenofobia y la propia Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea
(UE) parecen flaquear. García Albiol se siente seguro de sí mismo: no deja que
un rumano proteste o reivindique una ayuda, por ejemplo, pero la justicia le
ampara.
Es la fortuna
de la que algunos, pese a los desmanes, suelen gozar.
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