No llueve ni hace frío ni hay nieve en las cumbres.
Estas son unas navidades
atípicas, no precisamente porque disminuyan los niveles de consumismo. Lo son
porque la ambientación natural carece de los elementos principales. Los grupos
de Lo Divino han sido sustituidos por bandas de tambores y cornetas y batucadas.
La gente cena en las terrazas y en las vías peatonales adaptadas. Las tiendas
de ropa no venden el género navideño y las mujeres se quejan de no poder lucir
prendas de abrigo. Los menudos exprimen las preguntas mágicas de estas fechas.
En las casas, se suceden los preparativos de cada año mientras vienen parientes
y los reencuentros estimulan emociones siquiera durante unas horas, unos minutos quizá.
No llueve ni hace frío ni hay
nieve en las cumbres.
Pero es Navidad.
¡Felices celebraciones!
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