José Siverio tiró
de la memoria anecdótica, esa que siempre se refresca cuando se comparte una
celebración de ciertas características, y tras o dos tres breves relatos,
espetó:
-¡No perdimos el tiempo!
Se reunieron en La
Matanza antiguos trabajadores de Radio Popular de Tenerife sin otra finalidad
que esa, reunirse, volver a verse, contar episodios, gozar de un rato
distendido… La mayoría, ya jubilados. Unos pocos, en activo, en otros medios.
Memoria respetuosa de los que ya emprendieron el viaje definitivo. Canas,
calvas, achaques, ‘abuelatos’, buena conservación y mejor conversación, voces…
Era claro que había licencia para la nostalgia.
Eran los
trabajadores de una época dorada de aquella emisora, integrada, sui generis, en
la Cadena de Ondas Populares Españolas (COPE). Dorada por los avances, dentro
de los operativos artesanales con que había que desplegarse: eran los años
setenta. Los primeros informativos, los programas fijos en la parrilla, las
transmisiones deportivas desde la península del Tenerife y del Náutico, o de
alguna velada pugilística y de algún rallye, el tratamiento de la diversidad
musical, el respeto a los principios religiosos y las primeras tímidas
transgresiones, las esquelas puntualmente emitidas, los discos dedicados (un
clásico), un paso más allá en los bancos pesqueros del océano, las coberturas
informativas de varios sucesos…
Profesionales que
se hicieron a sí mismos, que habían aprendido en La Voz del Valle (La Orotava)
y en Güímar (Radio Popular) y se curtieron donde había que hacerlo, en los
estudios la cuarta planta de aquel
inmueble de la popular calle La Carrera, en La Laguna, donde los técnicos y
operadores de control solventaban las limitaciones y la carencias de los
recursos técnicos con imaginación y habilidad -la aparición del casette fue un
auténtico impacto- y donde los locutores e informadores (primero de pie y ante
un solo micrófono) hacían gala de sus cualidades para que los oyentes siguieran
disfrutando de un producto serio y bien hecho, o más que eso, siguieran
disfrutando de un medio en una época trascendental de nuestra historia. Y al
otro de los estudios, en su despacho impregnado del humo de un cigarrillo tras
otro, siempre atento, siempre observador, escrutando lo justo -y lo que hiciera
falta-, con espíritu crítico y riguroso,
un director que ejercía así su magisterio, siempre con ánimo constructivo, José
Siverio Pérez, don José, como le seguimos llamando todos.
En torno a su
mesa, junto a Isabel Dorta, la fiel secretaria, nos congregamos quienes vivimos
aquel ciclo inolvidable, de tanto valor en los planos personal y profesional,
tiempos de apertura, de aprendizaje político, de incomprensiones pero también
de conquistas y tolerancia. Radio Popular de Tenerife, por emplear una frase
hecha, dio un salto cualitativo en la radiodifusión tinerfeña. Los índices de
audiencia, cuando es probable que aún no se midieran, debían estar disparados:
todos (o casi todos) decían haberse enterado por la radio, Radio Popular, la
emisora que acompaña.
¡Viva la gente!,
Meridiano Insular, Sala de audiciones, Radio Deportes, Tablero Deportivo, Radio
Revista, El mundo del elepé, Faenando, Tirando de la manta, Al encuentro del
tema… títulos y más títulos de programas de aquella radio realizada con esmero,
con amor por la obra bien hecha, rediviva durante unas horas al calor de un
brindis matancero.
Tiene razones
Siverio para sentirse orgulloso de ella y para contrastar -expresándolo con la
debida modestia- la valía de quienes se iniciaron allí para asumir luego, en
otros destinos, altas responsabilidades. Fueron años intensos, los de aquellas
dos décadas, setenta y ochenta, de despegue y consolidación. Años que, ahora
evocados, le permiten exclamar con todo fundamento:
-¡No perdimos el
tiempo!
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