Empiezan
a menudear las noticias sobre iniciativas de distintas organizaciones
e instituciones públicas canarias que, persuadidas de la
reutilización y el aprovechamiento, incluso desde el sector
económico, dedican afanes a su implementación. Ojalá no sea una
moda efímera sino que, como herramienta, termine consolidándose y
se convierta en un instrumento clave para cualquier proyecto o
programa de reciclaje que haga ver a muchas personas que lo de la
sostenibilidad no es una palabra rara que solo está al alcance de
unos pocos.
Bien
es verdad que otro término que surge en este contexto no es menos
raro: alargascencia. La asociación ecologista no gubernamental sin
ánimo de lucro, Amigos de la Tierra, la patenta y da a conocer para
intentar acercarse a su objetivo de fomentar un cambio local y global
hacia una sociedad respetuosa con el medio ambiente, justa y
solidaria. Se trata de una organización que, en su declaración de
principios, dice creer firmemente que el centro de las políticas han
de ser las personas y la Tierra, con mayúscula, sí.
Un
reciente informe de esta asociación, confeccionado en colaboración
con la facultad de Sociología de la Universidad Complutense de
Madrid, señala el perfil medio de las personas y establecimientos
que se dedican a la reparación de objetos, alquilar, hacer trueques
y encontrar o vender productos de segunda mano. Eso sería
alargascencia: un directorio que incluiría cooperativas, pequeños y
medianos comercios y otro tipo de iniciativas donde es posible
encontrar estos servicios. Para Amigos de la Tierra, la obsolescencia
acorta la vida útil de los productos por lo que se lanza
abiertamente a la lucha de proponer opciones para alargarla y asi
reducir el consumo de recursos naturales.
Mobiliario
de todo tipo, prendas textiles, menaje, aparatos eléctricos y
electrónicos, bicicletas y otros materiales a menudo inservibles,
arrinconados o relegados, todo eso que formaría parte del universo
de la segunda mano, interesan para los promotores con tal de
devolverles un uso práctico. Alargascencia, entonces, sería esa
herramienta contra la obsolescencia. Amigos de la Tierra quiere
sensibilizar y profundizar en la situación de un sector que quiere
pero no puede, pese a que la incidencia en la preservación del medio
ambiente es evidente. En efecto, el valor aportado por estos
establecimientos de tipo social y ambiental no es debidamente
percibido por la totalidad de los gestores. Por contra, aquellos que
sí son conscientes de su impacto positivo, consideran que dimsinuyen
el uso de recursos naturales, la generación de residuos y la huella
de carbono.
Según
el informe aludido, “se ha detectado la vocación y motivación de
las personas que dirigen estos establecimientos, así como su interés
en mantener su actividad a largo plazo. Los rendimientos económicos
de su trabajo se valoran entre regulares y buenos, de hecho se
percibe un incremento en el número de clientes en los últimos años,
en una gran parte debido a la crisis, por lo que se presume un ahorro
económico frente a la compra de un producto nuevo”.
Frente
a los obstáculos advertidos por las personas encuestadas, desde la
mala calidad de los productos a la falta de información pasando por
trabas burocráticas y fiscales, las propuestas de acción de Amigos
de la Tierra, a la vista de los resultados, son “la puesta en
marcha de campañas institucionales de promoción de actividades de
reparación, venta de segunda mano, intercambios; la reducción de
impuestos a estas actividades, motivada por el valor ambiental
aportado -tal y como se ha hecho en Suecia para las tareas de
reparación- y sanciones o incremento de carga fiscal a los productos
diseñados para durar menos o difíciles de reparar”.
Reciclar,
reutilizar, recogida selectiva... algo brota. Alargascencia es el
instrumento, puede que todo un estímulo para quienes no se resignan
a dejar que el derroche y el desgaste acaben con todo.
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