Habrá sorprendido al vicepresidente primero del
Cabildo Insular, al gerente del Consorcio y a los técnicos responsables del
Plan de Modernización, Mejora e Incremento de la Competitividad del Puerto de
la Cruz, que algunos asistentes a una sesión de presentación de sus contenidos
celebrada días pasados en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias
(IEHC) hayan insistido enfáticamente en la voluntad de hacer realidad el
proyecto del puerto de la ciudad.
Uno de ellos llegó a leer un poema, escrito
desde los sentimientos que alberga la frustración de una aspiración secular y
que por ahora se agita en los despachos donde la inevitable burocracia fragua
parte de sus decisiones. Otro imploraba las fechas de comienzo de las obras. Y
otro, acaso más realista, preguntaba por qué no conservar y mejorar lo que
actualmente se tiene antes que meterse en aventuras cuyo final es bastante
impredecible en los tiempos que corren.
Se cruzaron las miradas de los asistentes. Pero
las reacciones fueron de lo más respetuosas y caballerosas. Carlos Alonso, el
vicepresidente, ofreció la información más reciente, de horas antes: ese mismo
días, se había reunido la mesa de contratación que abría las plicas de las dos
ofertas presentadas al concurso convocado por la administración portuaria. No
tenía los resultados, obviamente, conocidos el día después según se hizo
público: las dos empresas incumplen determinados requisitos, luego se les
concede un plazo para subsanar las anomalías. Eso es frecuente en actos
administrativos de esta naturaleza. Será después cuando el órgano
correspondiente, examinada toda la documentación, valore las ofertas
presentadas y se decante por aquélla que estime en mejores condiciones para
hacer viable el proyecto.
De todos modos, el vicepresidente primero del
Cabildo Insular explicó a renglón seguido algo que fue más llamativo. “Yo
comprendo el interés de los portuenses por este asunto -vino a decir- pero en
todas las promociones y en todas las reuniones con el sector a las que asisto,
en las que están empresarios y turoperadores, nadie, absolutamente nadie, me
pregunta por ese proyecto. En cambio, en todas, sí que me insisten: arreglen
sus hoteles”.
Esta es la realidad más palpable. Válida para
interpretar que la alternativa del puerto para atraer más turistas es, cuando
menos, discutible. O lo que es igual, en los núcleos donde se fragua el negocio
turístico, en el contexto de la turoperación, de lo que se habla es de un
parque alojativo, hoteles y apartamentos, que deben mejorar, aún más de lo que
ya se ha hecho.
Por lo demás, ese Plan de Modernización (por
abreviar) va configurándose como un trabajo sólido para saber lo que aguarda el
porvenir. Se camina hacia un modelo que pretende reafirmar las características
o las singularidades de un destino turístico diferenciado. La marca y producto
Puerto de la Cruz se basan en el concepto de la competitividad con todas las
consecuencias. Si se quiere competir, si se quiere hacer frente a tendencias de
mercado, si se quiere cualificar ese producto, hay que innovar y mejorar. Y
como la experiencia es un grado, mejor dicho: un activo, que se aproveche
también.
Por cierto: sólo dos concejales de la oposición
asistieron a esta presentación. La incredulidad inicial del gobierno local
hacia el Consorcio de Rehabilitación Turística debe verse superada de una vez.
Porque si no se pone interés o empeño para el seguimiento de sus actuaciones
desde el Ayuntamiento, difícilmente saldrán adelante algunas cosas.
Porque el Consorcio, desde luego, no nació para
afrontar un plan de repavimentación y acondicionamiento de vías públicas.
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