Empezamos a acostumbrarnos a definiciones o frases que
condensan el estado de la profesión o del periodismo en su conjunto. Expertos,
veteranos o periodistas en activo de contrastada solvencia nos obsequian, de
vez en cuando, con algunas apreciaciones, merecedoras de titular, desde luego,
y por consiguiente, excelente anticipo de una lectura sosegada para
interpretarlas y para reflexionar. Aunque parezcan frases hechas u ocurrencias,
van más allá. Quién las dice y por qué las dice: esas son las cuestiones.
Es el caso reciente de Manuel Núñez
Encabo, presidente de la comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología de la
Federación de las Asociaciones de la Prensa de España (FAPE), quien, en el
curso de la apertura de una convocatoria hecha por una organización profesional
especializada, sentenció que “lo que se ha dado en llamar ‘periodismo
ciudadano’, la mayoría de las veces ni es periodismo ni es ciudadano”.
Núñez parte de la premisa negativa,
“no se puede sustituir a los profesionales del periodismo para hacer su
función”, para advertir de una cierta desnaturalización del hecho periodístico
que propiciaría incluso el intrusismo profesional que encontraría amparo o
cobijo en el empleo de las nuevas tecnologías y en las redes sociales de tan
ilimitado ámbito. Por eso, se apresura a distinguir entre el periodismo y las
informaciones que circulan a través “del océano de las redes sociales”. En una
clara voluntad de explicar sus consideraciones, el presidente de la citada
comisión de la FAPE aseguró que “las autopistas tecnológicas son muy
importantes, pero lo fundamental es qué transportan. Sin contenidos, las redes
no sirven para nada, no nos llevan a ninguna parte”.
En realidad, Núñez Encabo está
tratando de centrar un debate -puede incluso que más de uno- que necesita
clarificación y despejar algunos conceptos básicos. Se acepta -así está
recogido en Wikipedia- que el
periodismo ciudadano es aquel que desarrollan los ciudadanos y no las empresas
de comunicación mediante la recopilación, análisis y difusión de las
informaciones de forma independiente. En Cibercorresponsales,
una red social de jóvenes periodistas, se define el periodismo ciudadano
como “movimiento periodístico en el que son las ciudadanas y los ciudadanos
quienes se convierten en informadoras e informadores”. Abunda esta red en las
características de esta modalidad, sustanciada en la participación ciudadana:
favorece -señala- el trabajo colaborativo, esto es, la posibilidad de aportar y
recibir contribuciones de la red de comunicadores que colaboran entre sí. Es
horizontal -continúa- lo que implica la inexistencia o la reducción de la
jerarquía mediática.
Otras características del denominado
periodismo ciudadano, según la versión de Cibercorresponsales,
son que hace posible la independencia de poderes mediáticos como las
empresas o partidos políticos; que explora otras formas periodísticas
trabajando con principios como la subjetividad asumida o la suma de
subjetividades y que reduce los intermediarios, incluyendo la posibilidad de
que las mismas fuentes informativas y protagonistas de los hechos se conviertan
en comunicadoras y comunicadores.
Y otros dos valores añadidos: ser
pedagógico y permitir realizar un trabajo con una cantidad menos limitada de
fuentes.
Pero, pese a estas características,
resumidas en el derecho de libertad de expresión, la concepción de periodismo
ciudadano es bastante relativa. Carmen del Riego, presidenta de la FAPE, es
concluyente: “No es periodismo”. Y se explica: “No todo ciudadano puede ser
periodista porque se encuentre una noticia en la calle. Puede ser una
fuente para un periodista, pero no un periodista”.
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