Han vuelto a soplar los vientos de la
privatización de la gestión del complejo turístico ‘Costa Martiánez’, el Lago,
para entendernos coloquialmente. De ello hemos hablado y escrito en el pasado.
En su momento (debió ser en el mandato 2003-07), cuando ejerciendo la oposición
política en el consistorio, frenamos a tiempo con una moción las intenciones
del gobierno local de entonces (muchos de sus componentes son prácticamente los
mismos de ahora), señalando razones éticas y hasta sentimentales para no llevar
a cabo la iniciativa que tenía -y tiene- una alternativa en forma de empresa
mixta que, además de poder asumir la gestión, impediría, sobre todo, que
cobrara cuerpo la sensación de que el pueblo pierde también el Lago, deja de
controlarlo o lo cede a terceros. Por mucho que se explique que sigue siendo de
titularidad pública o que no merma el patrimonio municipal. Es decir, un día le
arrebataron la playa al pueblo -para bien, con todos sus matices- y ahora
quieren que sean otros quienes exploten una seña de identidad, la joya de la
corona, la tercera instalación más visitada de la isla.
La pregunta, aunque pueda parecer demagógica,
es inevitable: entonces, los portuenses, representados en su Ayuntamiento, ¿no
pueden o no saben gestionar directamente el complejo? ¿Tan difícil es hacerlo?
¿Es que la incapacidad llega a esos extremos? ¿Es que el afán privatizador no
tiene freno, por muy alta que haya sido la fiebre del pasado?
Lo cierto es que, necesitado el gobierno
local de transmitir que se están haciendo cosas y que la rehabilitación
turística va por buen camino, salta a los medios la voluntad de materializar
una nueva concesión administrativa que, de hecho, supone convocar un concurso
para que la empresa privada (una o más) gestione durante un período de años la
explotación del Lago. Llamó la atención -seguro que con el fin de alarmar lo
menos posible- que en las informaciones periodísticas se consignara que los
trabajadores tendrían su continuidad garantizada.
Pero he aquí que la mosca zumbó en los oídos
del personal del complejo y éste haya dicho que desde el Ayuntamiento se les
informó de que hasta el año 2018 no iba a ser modificada la actual fórmula de
gestión pública. Pero la mosca no se ha alejado del todo: recibe versiones de
que se está haciendo un estudio de costes y rendimiento, es decir, los
preliminares del proceso de privatización. O sea, el viejo andar de la perrita.
Por supuesto, para estar en consonancia con la corriente o la doctrina más
actual que subyace en cualquier reforma, ya hablan de importantes ahorros de
gastos para la estructura municipal.
Pues ya deberían saber los empleados públicos
del Lago por donde conducirse, esto es, prepararse y asegurar. Que no se cansen
de pedir informes escritos, y de reunirse, y de estudiar el asunto con quienes
haga falta las veces necesarias. En casos similares anteriores, la parte social
no corrió con la mejor suerte. Cuidado con picar ciertos anzuelos o
desentenderse.
Pero ésta no es una cuestión solo de los
empleados, de ahí que sea saludable la primera aparición de la presidente del
Centro de Iniciativas y Turismo (CIT), Hortensia Hernández, quien, además de
reclamar un amplio consenso político, apela al papel activo de estamentos y
operadores turísticos. No se puede ser indiferente ni indolente en este posible
trance.
Hacia
una empresa mixta
La alternativa que sugerimos, una empresa
mixta, está esbozada desde hace algún tiempo. En ese sentido, transcribimos un
fragmento de la tercera entrega de un trabajo titulado “Alternativa para un
modelo de gestión”, publicado en junio del pasado año:
“…En aquel
momento, pues, se frenó el intento de acometer una gestión indirecta o
privatización. Se materializó un proyecto de remozamiento de las instalaciones,
derivado de un ventajoso convenio para el Ayuntamiento suscrito con el Cabildo
Insular, aprovechando el traslado del Casino Taoro. Y nunca más se supo, porque
en el siguiente mandato 2007-11 no se volvió a plantear la cuestión. En el
presente, ya lo saben: situación límite, una cooperativa que desaparece, una
deuda contraída con el Ayuntamiento por importe cercano a los tres millones de
euros, deterioro evidente de las instalaciones, merma de la calidad en la
prestación de los servicios, menguada profesionalidad, instrumentalización
política en la contratación de personal y escasa sensibilidad por parte de los
responsables directos…
Procede, pues, un
cambio en el modelo de gestión. Las circunstancias han cambiado; pero para ser
consecuentes con los planteamientos defendidos hace más de cinco años,
aportamos la alternativa de una empresa mixta, con capital mayoritario del
Ayuntamiento. Es una manera de comprometerse y de hacer que prepondere lo
institucional, lo público. Es una modalidad garantista, en la que personas
privadas y la Administración, en este caso, la local, son propietarios del
capital y, por consiguiente, se toman las decisiones de forma conjunta. La
participación dependerá de los derechos y acciones que las partes tengan en la
empresa. Con la empresa mixta se trataría de optimizar el desempeño que el
Ayuntamiento ha de acometer para afrontar un hecho crucial en un complejo turístico
cuyas características han quedado suficientemente descritas en esta serie. Un
desempeño que ha de estar caracterizado, en todo momento, por la
profesionalidad y por el rendimiento positivo.
Todo, pensando en
el interés general y en la revitalización de unas instalaciones únicas, el
primer parque marítimo de Canarias, que ha generado unos estimables niveles de
riqueza y no sólo económica. Claro que para esta consecución se requiere
un amplio consenso político. Y también, igual de claro, un Ayuntamiento en
mejores condiciones económico-financieras. Acaso estribe aquí la gran
dificultad. Pero el asunto es inaplazable y alguna solución hay que adoptar. Es
una de las claves del mandato”.
Es una vuelta al pasado, un retroceso a los
años cincuenta y al Lido de Gilbert. De modo que una gestión indirecta pura y
dura tiene su alternativa. Hay que apremiarla. Y superar la fiebre
privatizadora. El Lago es de todos, aunque a lo largo de los últimos años se
haya deteriorado y no se haya mantenido adecuadamente. Los portuenses tienen
que entender que no puede seguir menguando su patrimonio, lo suyo, lo que tanto
les ha costado. No pueden permanecer impasibles. Por eso apelamos a valores
éticos y sentimentales. Al final, va a resultar que a los hijos del pueblo, utilizar
o disfrutar de lo que es suyo, les va a significar un desembolso, otro más. Y
que no vengan con la cantinela de que no es la época de la economía
subvencionada. El riesgo de que se quedan sin nada salta a la vista. La
hipoteca. Si para el futuro parque marítimo y hasta para el puerto también hay
que abonar, pues ya nos dirán donde se puede transitar, entretenerse o
solazarse.
Con razón, circulan bromas e ironías en redes
y conversaciones: ¿Qué será lo próximo: el Peñón del Fraile o la ñamera de la
pila?
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