A medida que se vayan
conociendo los entresijos de las condiciones en que va a ser construido el
puerto (¿y el parque marítimo?) del Puerto de la Cruz, descubriremos el valor
de algunas decisiones, la coherencia seguida en la fijación de posiciones y la
visión concebida en torno a una actuación que incide directamente en el futuro
y el desarrollo de la ciudad.
El próximo lunes, por ejemplo, la mesa de contratación que ha
de evaluar las dos ofertas presentadas para la materialización del proyecto
conocerá, ya en fase documental, el contenido de aquéllas y sus planes de
obras. En la información periodística que ha trascendido sobre el particular,
no sólo se reconoce el impacto mediático sino la máxima voluntad de transparencia
con que los promotores y supervisores del procedimiento quieren conducirse.
Claridad y rigor, parecen ser las máximas. Nada que objetar, desde luego.
Como se ha repetido, contar con una infraestructura portuaria
ha sido una aspiración secular de los portuenses. Han cruzado en ese sentido la
frontera de la ansiedad, de tal modo que apenas reparan en las fórmulas para
materializar la iniciativa. No se exagera si se dice que les da igual. Lo que
quieren es ver embarcaciones ¡y cruceros! ya, como cada vez está más extendido.
Si se pierden terrenos municipales, si se cede patrimonio o esfuerzo de
generaciones de portuenses, si va a ser necesario hasta pagar por acceder o
utilizar las instalaciones, si son otros los que vienen a hacer negocio, da lo
mismo. Hay quienes creen que esa actuación es la panacea y por tanto, la urgen.
Les es indiferente que se hipoteque el futuro indefinido de generaciones
venideras. La relatividad -mejor dicho: las relatividades, en todos los
sentidos- no forman parte de sus esquemas mentales.
Veamos un ejemplo. Que la empresa adjudicataria tenga que
abonar a la administración portuaria, en concepto de canon anual, la cantidad
de 468.290 euros, pone de relieve, entre otras cosas, el valor del suelo sobre
el que se va a mover. Y se supone que habrán hecho los correspondientes
estudios económico-financieros con tal de lujo de detalles que la cuenta de
resultados de la operación tenga resultados favorables mediante la amortización
más conveniente. Los tiempos no están para perder dinero, desde luego.
Por eso, procede recordar el pleno ordinario del Ayuntamiento
de 30 de enero de 2006, cuando el gobierno local, con el mismo presidente que
ahora, planteó, por la vía de urgencia, incluyéndola en el orden del día -después de haberlo omitido en la junta de
portavoces, celebrada la misma fecha- la
aprobación de un ‘Protocolo general de colaboración entre la Consejería de
Infraestructura, Transporte y Vivienda del Gobierno de Canarias, Cabildo
Insular y el Ayuntamiento, relativo a la actuación Puerto del Puerto de la
Cruz’. El protocolo reemplazaba a la fórmula de convenio marco que habíamos
promovido en el mandato anterior (1999-2003) y que, tras contar con la
aprobación de Cabildo y Ayuntamiento, consignaba un consorcio entre administraciones,
pendiente solo de la adhesión del ejecutivo autonómico. En el texto se requería
la aportación de cada una de las partes consorciadas. Por tanto, era necesario
valorar los terrenos del campo de fútbol de propiedad municipal, la concesión
administrativa a favor del Ayuntamiento del parque marítimo y la escollera
construida con recursos municipales propios. Este era, básicamente, el
patrimonio que aportaba el municipio y de cuya valoración aún se está
pendiente. Y lo que es peor: por la evolución de los acuerdos, se deduce que
los portuenses lo han perdido.
El Grupo Municipal Socialista de entonces hizo, en un tiempo
récord, un generoso trabajo de enmiendas y alternativas, orientado a la defensa
de los intereses generales de la ciudad y del patrimonio público de sus
habitantes. Y como quería demostrar su identificación con la aspiración -el
acta de la sesión es un valiosísimo documento para entender la secuencia de los
acontecimientos e incluso los antecedentes- votó abstención -pese al rechazo
sistemático del trabajo y al desprecio de lo gestionado en el ciclo anterior- para
despejar cualquier sospecha de obstruccionismo u obstaculización.
Transcribimos del acta, a título de muestra, las
esclarecedoras manifestaciones del portavoz de la representación institucional
del PSC-PSOE, Antonio González Pérez:
“Está en el convenio
marco la ejecución de obras del muelle deportivo. Su financiación la asumía el
Gobierno de Canarias, y el de Garachico, según acuerdo del que se hablaba, lo
asumía el Cabildo Insular. Además, estaban previstos los convenios específicos
que había que desarrollar que eran fundamentales para este Ayuntamiento, en los que había que cuantificar el
patrimonio más las inversiones que había hecho así como la propia concesión
administrativa que le fue otorgada por la Dirección General de Costas. Todo
eso había que valorarlo para saber cuál era exactamente el patrimonio que ponía
este Ayuntamiento”.
Y seguía González Pérez explicando:
“Había otras dos ideas,
siempre claras: el puerto tendría carácter público, tenía que ser asumido por
la Administración. Hay en la hemeroteca manifestaciones en ese sentido. En el
parque marítimo es donde tenía cabida, mediante concesión administrativa, la
empresa privada. Estamos hablando del “filón” o del “diamante en bruto” que
supone toda esa superficie (233.000 metros cuadrados) que representa el
horizonte, la expectativa de recuperación del prestigio de la ciudad del Puerto
de la Cruz, por el que nosotros tenemos que velar, estar ahí y no dejarlo en
manos del Gobierno de Canarias”.
El acta, desde luego, es
un documento digno de ser recomendado
como lectura y como prueba de los diversos enfoques que se tienen sobre esta
actuación en un tramo del litoral portuense, importante, sin duda, para el
desarrollo del municipio.
Lo dicho: se irá conociendo pormenores que explicarán -es de
esperar- algunas determinaciones. La principal: si la operación es o no
beneficiosa para la ciudadanía, para las generaciones futuras de portuenses.
Veremos si los pasos dados van en la adecuada dirección y si los fantasmas de
la especulación siguen sin aparecer.
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