Circulan en la red
imágenes de los inusuales prolegómenos del encuentro Francia-Serbia de
baloncesto. Son dignas de ver, de conservar y de exhibirlas como ejemplo cada
vez que se hable de deportividad o de caballerosidad.
En el protocolo previo
al juego, las dos selecciones alineadas,
se predisponen todos a escuchar los himnos nacionales. Se inicia la
interpretación del francés pero a los pocos segundos se interrumpe. Tras una
breve espera –una avería, se supone- se reanuda pero se deja de escuchar en seguida.
La disfunción no acarrea pérdida de composturas o similares.
Entonces, los jugadores
franceses empiezan a entonar ‘La Marsellesa’ y el público que llena el recinto
produce una ovación. Se percibe claramente el canto a capella de los
baloncestistas galos. Es inevitable la emoción, es inevitable la admiración.
Es la reacción de la
madurez, del civismo y hasta del patriotismo. Aquí, donde estamos acostumbrados
a tener una controversia mayúscula por la interpretación del himno en un
acontecimiento deportivo, hemos vivido justo lo contrario.
Y la épica Marsellesa
sigue triunfando. The Beatles la utilizaron para introducir aquel inolvidable
“All you need is love”. Siempre invitando al amor, a la fraternidad, a la
solidaridad. El himno sobrevive a las disfunciones técnicas y hace que los
representantes del pueblo y los espectadores hagan honor a su significado y a
su simbolismo.
Las imágenes, insistimos,
son dignas de ver. Son dignas de que las contemplen en colegios e institutos
como contenido de educación para la ciudadanía.
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