La Cadena SER
difundía en la mañana de ayer una información que, de inmediato, nos recordó un
episodio ocurrido con un compañero, ya fallecido, hace ya unos cuantos años.
La noticia de la
SER era la siguiente: “Puede que haya sido una de
las detenciones más sencillas para la Policía Local de Valladolid. Los hechos
sucedían en la mañana del pasado lunes cuando un trabajador municipal, pasadas
las siete, se incorporaba a su puesto de trabajo en las instalaciones que la
Concejalía de Medio Ambiente tiene en la Casa del Barco, situada en el Paseo
del Hospital Militar de Valladolid.
Fue
entonces cuando encontró al ahora detenido dormido plácidamente en el hall del
edificio, debajo del hueco de la escalera. Tras dar el correspondiente aviso,
los agentes pudieron comprobar que el somnoliento delincuente accedió a través
de una de las ventanas y que cerca de la zona elegida para echar una
cabezadita, una de las oficinas presentaba un armario con indicios de haber
sido forzado.
El
arrestado, de 45 años, ha sido imputado por la presunta comisión de un delito
de robo. Al menos, la detención le pilló descansado”.
Y el
recuerdo al que aludimos se basa en lo ocurrido con José Antonio ‘Chicho’
Vázquez Martín, a principios de los años 80, cuando ejercía como corresponsal de
Diario de Avisos en el Puerto de la
Cruz. Llegado el verano, se planificaron las tareas para cubrir
informativamente esa etapa. Una de ellas consistió en hacer un análisis de los
servicios municipales.
Vázquez
decidió comenzar por la policía local. Acompañado del fotógrafo Enrique
Serrano, se fue a la dependencias, donde fue atendido por el sargento Celso
Arbelo quien le mostró hasta los calabozos. En mala hora. Porque el reportero,
llevado sin duda por el celo profesional, se introdujo en uno de ellos y, en un
descuido, cerró la puerta, de manera que quedó momentáneamente internado. Ni
Arbelo ni Serrano pudieron evitar las risas y el fotógrafo aprovechó el momento
para inmortalizarlo.
Al
día siguiente, al margen de la nota, hubo un despiece publicado en el que se
reflejaba el hecho -ilustrado con la foto en la que se ve al corresponsal
agarrado a las rejas y con cara de déjenme salir- del fugaz y espontáneo internamiento.
“Reportero ingresa en calabozo cuando llevaba a cabo su trabajo”, venía a ser,
poco menos, el titular.
La
cosa no quedó ahí. Días después, un compañero que andaba de vacaciones por la
península, después de leer las referencias sobre el particular publicadas en
otros periódicos, llamaba urgentemente a la sede del Diario para interesarse por el asunto y para comprobar que Vázquez
estaba en libertad.
En
fin, anécdotas y situaciones curiosas que, informativamente, animaban -y
animan- el estío.
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