Lleva camino el hotel
Marte (Puerto de la Cruz) de convertirse en un espacio habitual de
manifestaciones culturales y artísticas. Incluso en agosto, mes poco apropiado
para las mismas.
Ahora ha acogido la presentación de la novela Los signos del ocho (Eride Ediciones,
2013), la segunda del autor malagueño Enrique Ballesteros Fernández, un relato,
según dijo, sobre la identidad, la libertad y el poder. Ballesteros (Málaga,
1981) es biólogo, divulgador ambiental, Experto TIC en turismo sostenible y
colaborador habitual de distintos medios de comunicación.
El escritor malagueño había debutado con Ancestra (Eride Ediciones). Ahora
desarrolla una trama en la que Javier, el protagonista, aparece perdido en la
playa Baños del Carmen, donde no recuerda nada y donde se ve envuelto en una
red de corrupción urbanística. A partir de ahí, un proceso de búsqueda
constante, de él y de quienes le rodean, un viaje al encuentro de los antídotos
del miedo.
“Signos del ocho nos
hacen ser como el infinito que se desconoce”, indicó Enrique Ballesteros quien,
en sus explicaciones sobre los contenidos de su obra, habla de la naturaleza,
del humor, de la amistad y del sexo como elementos consustanciales de quienes
se ven devorados por signos con los que afrontar los enredos y los vericuetos
de la corrupción urbanística sustanciada en los convenios, las permutas, las
calificaciones de suelo y sus múltiples
formas. “Es lo que está en la prensa y lo que puede seguirse a diario en los
medios audiovisuales”, afirmó el novelista a medida que desgranaba las
características de su texto. La ficción novelada se desarrolla, en cualquier
caso, en un escenario real: la playa (Baños del Carmen) existe, con cierto aire
de decadencia tras sufrir maltrato y desidia de administraciones y ciudadanía.
Aludió el autor a una escritora muy conocida, Ágatha
Christie, cuando fue dada por desaparecida tras descubrir la infidelidad de su
marido. La novelista utilizó el nombre de la amante de éste cuando se registró
en un establecimiento. Sirvió el ejemplo para hablar de la vitalidad de su
novela, de las emociones y de las ‘soluciones’ que va ofreciendo su relato.
Tardes de una sociedad en crisis devoradas en rompeolas
que se desvanecen, viene a describir Ballesteros antes de negar que la suya sea
una novela pesimista. La intriga con que ha dotado su texto, los signos que va
ofertando para ser descubiertos, son reveladores de la condición humana que se
desnuda y desenvuelve en los espacios donde tiene que encontrar salidas.
“Signos únicos, auténticos, irrepetibles”, concluyó el autor.
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