Hay días amargos para el
periodismo. Y cuando las imágenes ponen al desnudo la maldad y la sinrazón, la
sensación es peor que la indefensión presupuesta. No somos nadie, se dirá. Y menos, cuando los
resultados se llevan por delante la vida o limitan el trabajo del profesional y
privan de la libertad de información.
Ocurrieron los hechos el mismo
día o con escasas horas de diferencia. En un pueblo de Virginia, en la costa
este de Estados Unidos, una persona disparó contra una periodista y un
camarógrafo que entrevistaban a la dirigente de la Cámara de Comercio,
interrumpiendo la emisión en directo de una televisión local. Los profesionales
murieron en el acto. Eso sí que fue un riguroso directo. La sorpresa de la
locutora en los estudios traspasaba el asombro.
La mujer que era entrevistada resultó herida. El agresor terminó
suicidándose horas después.
Otras imágenes, si se quiere
menos impactantes, pero también dolorosas, permitieron contrastar cómo se las
gasta un aspirante a la candidatura presidencial del Partido Republicano,
Donald Trump, quien, visiblemente molesto con las preguntas del periodista
Jorge Ramos (Univisión), ordenó con gestos y muecas que le sacaran de la
conferencia de prensa. Los servicios de seguridad cumplieron las instrucciones.
La reacción de otros profesionales testigos de los hechos hicieron que Trump
reconsiderase su intransigente postura pero ya las imágenes, también en
riguroso directo, se habían convertido en virales.
Son hechos que reflejan la
debilidad de los periodistas en determinados momentos de su quehacer. Y su
exposición a los riesgos de comportamientos de personas descerebradas o
intolerantes, de quienes quieren vengarse de la forma más radical y violenta
posible, sin importarles que quede constancia para los restos, y de quienes se
conducen con exabruptos y aires dictatoriales creyéndose que pueden hacer lo
que les venga en gana, que para eso tienen el dinero que haga falta.
Abusadores, unos y otros.
Y para el periodismo, el coste
de vidas, el freno al trabajo y el impedimento de la libertad de expresión. La
amargura.
Todo eso, el mismo día, en el
país donde… Ya saben.
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