Ha
pronunciado el periodista y escritor Manuel Alcántara una de esas
frases que se convierte en axioma: “Siempre, mientras haya
curiosidad, existirá el periodismo”.
Alcántara
es un clásico, uno de los grandes, a quienes leíamos con fruición
en los años setenta, en la etapa de plena dedicación al periodismo
deportivo. Una crónica suya, en Marca, era
como una suerte de antesala de literatura. La adjetivación, la
metáfora comprensible, la elegancia en la escritura eran cualidades
de quien aportaba originalidad y sello propio, especialmente en
disciplinas tan complejas como el boxeo. Junto a Fernando Vadillo,
Antonio Valencia y Jesús Fragoso del Toro, uno de los admirados
maestros. Y muy cerca de nosotros, un alumno aventajado, Antonio
Salgado Pérez (Ansalpe), autor de excelentes trabajos sobre el
pugilismo canario, que conocía al dedillo.
“El
poeta que abandonaba el verso para bajar al ring a escudriñar
historias con su estilo propio”, le definió Enrique Delgado Sanz,
en un despacho de la agencia Efe en
ocasión de la presentación de la obra La edad de oro del
boxeo (Libros del KO), coordinado
por los periodistas Teodoro León y Agustín Rivera. “El buen
cronista convierte el episodio en mitología y Manuel Alcántara
transformaba el boxeo en un poema homérico”, dijo a propósito
Juan Soto Ivars, en elconfidencial.com. Agustín
Rivera, precisamente, señaló que Alcántara “escribía sus
crónicas con un solo guante”, afirmación que le permitía
distinguirle de otros cronistas, acaso menos apasionados, pues “no
se cegaba con patriotismos y siempre esgrimía la justicia, hasta
contra sus amigos boxeadores”. Y es que el periodista, cuando
comenzó con sus reseñas pugilísticas, ya era Premio Nacional de
Literatura.
Bueno,
pues ese Manuel Alcántara propina ahora un sutil golpe, con un solo
guante, un uppercut certero
invitándonos a la curiosidad para mantener encendida la llama del
periodismo, sometida a casi todos los soplos que en el mundo han sido
-el último, el del mismísimo presidente de los Estados Unidos- para
sufrir el apagón, pero nunca el tiro de gracia. Y para ello, insiste
en la función de formar, tan importante como la de informar, seguro
que con la intención de cultivar intelectos sanos, interesados
(curiosos) y críticos.
Fue
la cuentista y poeta norteamericana Dorothy Parker la que sentenció
que “la curiosidad no se cura con nada”, aunque Pedro Almodóvar
es quien se enorgullece de que la naturaleza le haya dotado de “una
curiosidad irracional hasta para las cosas más nimias... La
curiosidad es lo único que me mantiene a flote”. Seguro que el
maestro Alcántara brindaría con la afirmación de Parker y si bien
igual no comparte la irracionalidad de la que habla el cineasta, lo
importante es que los propios cambios que están produciéndose en
los medios de comunicación, en un frenético devenir, deben ser
examinados con curiosidad, pues tal como ha señalado, “en este
oficio hay que renovarse diariamente”.
Ya
saben: cultivando la curiosidad para que el periodismo sea eterno.
Nada mejor que un poema del autor malagueño (Si
vivir consistiese en darse cuenta)
para entenderlo:
ganar
el corazón, perder el hilo,
mostrarle
el pasaporte a los espejos,
ponerse
a hablar de usted consigo mismo,
volver
por las aceras sin memoria,
demorarse
en los labios conocidos,
si
vivir fuera sólo estar sobrando,
estar
de más, estar más que perdido,
saber
que no hay remedio, que los dioses,
famosos
por sus sombras y sus signos,
ya
planearon sus crímenes perfectos,
sus
crímenes sin rastro y sin motivo,
si
vivir consistiera en aquel tiempo
en
el que no queríamos morirnos,
si
vivir fuera ser un extranjero
que
llega a amar mucho a un país distinto,
si
vivir no tuviese consistencia,
sólo
un momento dado y no pedido,
si
los muertos se mueren, que se mueren,
nadie,
nunca jamás, estuvo vivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario