El
todopoderoso líder de Podemos, Pablo Iglesias, igual reparte algún
beso en el Congreso que aplaude en pie ardorosamente la exposición
de algún compañero de su bancada que gesticula con un “baja, si
te atreves” dirigido a un diputado del Partido Popular, Ángel
González, quien le habría amenazado desde su escaño con un
“¿Quieres que vaya o qué?”. Las partes deberían reflexionar
sobre este comportamiento, ya advertido por la presidente de la
Cámara, Ana Pastor, impecable en su mesurado modo de llamar la
atención:
-Ruego
respeto y silencio para el orador (en ese momento intervenía el
ministro Montoro), el mismo que se merecen todas sus señorías. Veo
que mis palabras no son muy teniads en cuenta. Tengo una función muy
complicada pero les puedo asegurar que en el orden se va a mantener
en esta Cámara. Lo primero es respetar si quieren que nos respeten
los ciudadanos. El respeto se gana respetando a los que pueden ser
sus oponentes políticos pero que representa a los españoles...
Porque, en
efecto, no está el horno de la política para más bollos de encono
público entre sus ejercientes. Incluso a quienes entienden poco de
debates, a los menos familiarizados con sus entresijos y hasta se
disgustan con ellos y los contemplan con desdén, les molestan y no
escatiman críticas ni rechazo cuando contemplan escenas como las
vividas en la sesión de control al Gobierno en la Cámara baja.
A las Cortes
se va a trabajar, a defender ideas, a intercambiar criterios, a
expresar con rigor y hasta con ironía crítica (quienes sepan
hacerlo) los planteamientos que ilustren a la ciudadanía. Sobra,
pues, la gestualidad chabacana. Y no digamos el lenguaje verdulero,
pletórico de groserías, ante el que luego llegan a escandalizarse
si lo prtotagonizan otros y lo siguen en redes sociales, debates
internos o medios audiovisuales donde dan rienda suelta a tacos,
soeces y dichos insultantes o descalificadores.
El Congreso
no se puede convertir en un circo, en un escenario barato de
expresiones malsonantes, en una representación repudiable alejada de
la auténtica finalidad en el templo de la democracia. Por eso, es
tan plausible la intervención de la presidenta Pastor, apelando a
algo tan elemental como es el respeto para dejar hablar y permitir
ser escuchado, como rechazables los desafueros de aquellos diputados
que se ganan a pulso las antipatías al conducirse de forma tan
impropia e inadecuada. Se dirá que siempre ha habido incidentes de
este tipo, que en legislaturas anteriores también hubo episodios
lamentables; y es verdad. Pero no es menos cierto que la democracia
madura y que a estas alturas, además de seguir ponderando lo
importante que son las formas en política, ya hay (un suponer)
experiencia y tablas suficientes como para evitar manifestaciones de
tensión cercanas a la riña zafia y cuartelera.
Que mediten
las partes cuando repasen el video de la sesión y el diario de
sesiones. Esas estampas no solo no les favorecen sino que hacen un
flaco favor a la democracia. ¿Serán conscientes de lo que
transmiten a la ciudadanía? ¿Se quejarán luego de la desafección
política? País.
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