Que los integrantes de la
plataforma ciudadana Maresía y los convocantes de la manifestación del sábado,
motivada para decir ‘no’ al derribo del muro de San Telmo en el marco de la
actuación de remozamiento del paseo del mismo nombre, expresen su contento y su
satisfacción por la respuesta registrada es absolutamente consecuente. Pocas
causas han despertado tanta sensibilidad cívica en una ciudad, Puerto de la
Cruz, muy dada a la crítica facilona pero con escaso activismo público de sus
habitantes, encantados las más de las veces en ser meros y sabihondos espectadores,
de ahí que la concurrencia de centenares de personas que hicieron el trayecto
desde la ermita hasta el exterior de las casas consistoriales haya sido
celebrada con alegría y sentimientos gozosos.
‘Misión
cumplida’, se habrán dicho algunos, máxime después de haber comprobado que
quienes participaron lo hicieron convencidos, demostrando fehacientemente que
la defensa de rasgos identitarios en un espacio urbano de las características
de San Telmo no se hace sino es por amor, por la querencia al lugar donde está
depositada una buena parte de su existencia. Estaban allí porque les duele, porque
no quieren que se desvirtúe su patrimonio -otra cosa es que los informes
técnicos del Cabildo no confieran ese valor al controvertido muro, pero los
autores de tales informes deben entender que cuando se tiene apego, mucho y
bien hay que persuadir en sentido contrario-, porque no les gusta el
procedimiento administrativo seguido, porque discrepan de algunos contenidos
del proyecto, incluidos los económicos, porque entienden que quizá haya otras
prioridades que atender ahora mismo en la ciudad, porque sus alegaciones han
sido desestimadas en su mayor parte y porque les disgustan las maniobras
dilatorias o las manipulaciones intimidatorias que se hacen para impedir o
condicionar el derecho de manifestación.
El
gobierno local y las demás administraciones involucradas en el proyecto eran
conscientes de que la foto de un paseo de San Telmo atravesado por cientos de
portuenses con pancartas, gritos y consignas -con megáfono, al mejor estilo de
los años de reivindicación democrática- es un documento gráfico determinante,
indicativo de un malestar que puede ir ‘in crescendo’. Tendrán que reflexionar
para saber qué hacer ahora y en el futuro. Porque los convocantes, convencidos
y contentos, no parecían dispuestos a arrojar la toalla. Prosigue la
controversia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario