MENOS EXPLOTACIÓN
Pues
parece que va en serio ese denominado Plan contra la explotación
laboral que promueve la vicepresidente del Gobierno de Canarias y
consejera de Empleo, Políticas Sociales y Vivienda, Patricia
Hernández, cuyos objetivos son plausibles: el cumplimiento de las
jornadas laborales previamente concertadas, regularización del
régimen de la Seguridad Social, impedir la artificialidad y las
irregularidades del empleo temporal y aplicar fijeza en la
contratación eventual que sea susceptible de ello.
Muchas
quejas, en efecto, se acumulan en distintos segmentos del mercado
laboral, referidas a las condiciones de trabajo. No han sido estas
mejores en el marco de nuevas contrataciones o empleos generados, no.
El ‘precariato’ es moneda corriente en cualquier discurso
sindicalista. Las circunstancias, salvo excepciones que seguro las
habrá, no juegan a favor de los trabajadores, de su motivación y
estabilidad. Al contrario, propician desgana e incertidumbre. Eso de
no disponer de recursos para promocionar, realizarse, contribuir a la
sostenibilidad del sistema de pensiones y aguardar la jubilación con
unas mínimas garantías, ha sustanciado ideas condicionantes tanto
desde el punto de vista anímico como ocupacional o profesional a la
hora de evaluar el rendimiento.
Se
trata, por tanto, de ir acabando con los supuestos de irregularidades
o injusticias laborales. Aunque no falten detractores, el Plan -a la
espera de sus resultados prácticos- es
un avance hacia la dignificación de las condiciones de trabajo. Y
eso es positivo para todos, para empresarios, emprendedores y
empleados. Si se quiere poner fin a situaciones de fraude o rayanas
en la explotación, si se quiere transparentar y cualificar el tejido
empresarial -hasta hacer ejemplar su funcionamiento desde este punto
de vista, desde su propia imagen- y si se pretende evitar la
competencia desleal, el Plan era (es) necesario. En Canarias, con una
economía productiva muy terciarizada, se arrastra un déficit muy
considerable en ese sentido.
El
Plan, consistente en la realización de unas inspecciones en empresas
y centros de trabajo orientadas a la regularización de
incumplimientos o de prestaciones no ajustadas, aspira a fomentar la
legalidad. Se debería tener, por tanto, una actitud positiva y nada
recelosa. Es posible que sea difícil en algunos casos, acaso
demasiado acostumbrados a obrar en la impunidad. Tienen que
convencerse los reticentes de que este Plan va a favor de todos: lo
que es bueno para la producción, lo es también para todos sus
agentes. Es tontería hablar de modernismo, de innovación y de
competitividad si no se acaba con los vicios y si no se consolidan
los estimulantes que favorezcan la dignificación laboral, en todos
los sentidos.
Si en Canarias no se abona un sesenta por ciento de las horas
extraordinarias, por citar un dato aportado por la vicepresidenta, y
si el contrato temporal es sistemáticamente vulnerado, sin que pase
nada, o solo para prolongar y constatar las faltas de cumplimiento,
hay que actuar. Esa es la filosofía teórica del Plan: a favor de la
legalidad. Salen todos ganando.
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