Rompió
algunos esquemas la conmemoración del 12 de octubre en el Instituto de Estudios
Hispánicos de Canarias (IEHC), que trasladó su rigor academicista al
patio/carpa exterior del Museo Arqueológico Municipal (MAM) para
contextualizarse en la programación de la cuarta edición de Periplo, el
festival internacional de literatura de viajes y aventuras cuya programación
del fin de semana, por cierto, está llena de atractivos.
Pero
el presidente del IEHC, José Juan Cruz Torres, en un sofá junto al profesor titular
de Historia de América de la Universidad de La Laguna, Manuel Hernández
González, hizo una presentación ajustada y apeló por enésima vez a las ayudas
económicas del Ayuntamiento para poder subsistir y mantener una oferta de
actividades sobre mínimos de dignidad.
Después,
Hernández desglosaría la presencia de “Los canarios en el Santo Domingo
colonial”, título que dio sentido a la conmemoración de una fecha determinante
para la Hispanidad. El profesor Hernández González ha publicado más de sesenta
libros, diez de ellos en América, más de cincuenta ediciones con estudios
críticos y más de cien artículos. Es miembro de las academias de la Historia de
Canarias, Cuba, Venezuela y República Dominicana. Ha ganado seis premios de
investigación histórica. Sobre el Santo Domingo colonial, es autor de una
trilogía, integrada por La colonización de la frontera dominicana, Expansión
fundacional y crecimiento en el norte dominicano y El Cibao y la bahía de
Samaná y el sur dominicano. Cambios Sociales y transformaciones económicas, que
abarcan distintos períodos históricos de
aquella República.
En
1517 fueron llevados desde Canarias diez maestros y oficiales para la
fabricación de ingenios. Ahí empezó todo. Posteriormente, la Corona otorgaría
una Real Cédula en 1558 en virtud de la cual le serían concedidas a cada
español que se trasladase a Santo Domingo entre seiscientas y setecientas
hectáreas. El profesor Hernández, tirando de capacidad memorística, fue
desglosando los hitos de la presencia canaria: la fundación de San Carlos de
Tenerife, por ejemplo, en 1684. Fue centro abastecedor de productos agrícolas a
la capital. Luego, la agregación de familias a la población de la segunda
ciudad del país, Santiago, en el fértil valle norteño del Cibao.
Destacó
el conferenciante“el eje cardinal de la expansión en la región
fronteriza: la fundación con familias canarias de la villa de Hincha, en 1704”. Años antes, en 1691, había tenido lugar la de
Banica. Los isleños también tuvieron papel fundacional en Puerto Plata, en el norte
del país. Asimismo, en la villa de Samaná, en 1756; y en Sabana de la Mar, en
1760. La localidad de Azua también fue reforzada con el aporte de varias
decenas de familias insulares. En 1768, surgieron otras dos villas de frontera
con gentes de las islas. Además, con un cometido determinado: poner freno a las
usurpaciones francesas. Se trata de San Miguel de la Atalaya y Las Caobas, a
las que más tarde se uniría en el norte Dajabón, convertida en parroquia en
1776.
Según
Hernández, el extraordinario impacto de la migración canaria se puede apreciar
en el vertiginoso crecimiento de Santo Domingo entre 1740 y 1760, ciclo en el
que llega a duplicar su población. La media de miembros por familia era de
6,25, valor elevado; pero llega a un incremento aún mayor en las isleñas, con
8,69 en Banica como máxima.
El
asentamiento de familias de la elite mercantil lagunera, como los Saviñón, los
Lousell, los Núñez Loysell o los Pitaluga significa otra prueba de la
aportación tinerfeña. Estos apellidos aún subsisten en la elite local. Otro
dato: la apertura del libre comercio con La Habana lleva a la conversión del
puerto norteño de Montecristi
-como
ocurrirá también con el de Aguadilla, en Puerto Rico-, a ser un punto de escala
en el comercio canario-cubano.
En
definitiva, una conmemoración del 12 de octubre en un marco distinto al de los
últimos años, con un formato también distinto. Pero todo, no menos interesante.
Sobre todo, para medir la presencia canaria en aquella isla y su iniciativa
para fundar núcleo poblacionales, como bien indicó el profesor Manuel Hernández
González.
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