Canarias,
aún pendiente de vertebración, aún con vestigios pleitistas, aún
con asignaturas pendientes de un consenso propio, aún con un
porvenir muy incierto, celebra hoy su festividad. Los más críticos,
quienes dicen que no hay nada que celebrar, admitirán que, sin
derroches ni despilfarros, tampoco es cuestión de dejar pasar, de
renunciar a lo mucho o poco que nos identifica y que mínimamente nos
une. Treinta años de autonomía no han sido suficientes para superar
ciertos fatalismos, para dejar de mirarnos el ombligo, para contsruir
la Comunidad con unos mínimos generalizados de satisfacción. Del
Canarias es
posible, aquel
eslógan de los primeros pasos, al Ahora
más que nunca, de
reciente factura y controversia. Las islas siguen escribiendo su
historia, entre penurias, expectativas, frustraciones y aspiraciones;
y en medio de una crisis como muy pocas: quiere resistir el principal
sector productivo pero el desempleo lo puede todo, lo condiciona no
se sabe bien hasta que se palpa.
Que no se esfuercen en ofrecer incrementos ni cifras aparentemente
indicativas de mejora cuando la realidad, en el terreno más próximo,
es la de siempre.
No es,
pues, una celebración para sentirse plenamente felices. Canarias
quiere pero le cuesta poder. Tiene recursos, claro, naturales y
humanos. Pero siempre anduvo ensimismada y ahora que la crisis golpea
y se ensaña trata de mantenerse a flote sin necesidad de acentuar el
tradicional victimismo. Algunos, desde el centralismo mesetario, lo
están propiciando olvidándose del interés general.
Quedan los
sentimientos y por eso hay que alegrarse de las pruebas de
solidaridad, pseudoespectáculos al margen. Solidarios siempre
fuimos. Y tolerantes. Y respetuosos. Y con sentido de acogimiento.
Nos hemos vuelto -o nos han vuelto- más recelosos. Dudamos mucho, se
ha frenado el aperturismo. Si eso significara más realistas, vale.
Pero no parece, salvo en materias lúdicas, como el deporte o el
carnaval, en las que está más que acreditada la potencialidad
creativa y la capacidad de movilización.
Por eso,
los testimonios de compañeros que hoy ocuparán tribunas públicas
no solo interesan sino que son merecedores de reconocimiento. Para
ellos es una fecha doblemente señalada: uno recogerá el premio
Canarias de
Comunicación y hablará en nombre de los galardonados; el otro
presentará un nuevo libro titulado Canarias:
las guerras invisible, acaso
muy apropiado.
Se
trata de Leopoldo Fernández y Angel Tristán, tan excelentes
periodstas y escritores como que llegaron a ser directores de Diario
de Avisos y La Provincia, respectivamente.
Toda una vida profesional dedicada al periodismo y la comunicación,
batiéndose en coyunturas históricas y acreditando su sabiduría
profesional para ejemplo de compañeros y generaciones futuras.
Leopoldo dirigirá la palabra en medio de la solemnidad institucional
del Auditorio de Tenerife y Ángel lo hará. en un contexto librero,
en la carpa 'Pérez Galdós' del parque San Telmo de la capital
grancanaria. Como siempre, su escritura será fina: ninguna idea
vacía, niguna palabra empleada gratuitamente.
Ambos
comprometidos con Canarias, con su tierra.
Porque
eso es lo que prevalece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario