Ha cumplido dos años desde su reapertura
la sala ‘Timanfaya’. Tiene nombre de volcán y tal como están las cosas es digno
de admiración el esfuerzo de su promotora, Mónica Lorenzo, merecedora de
estímulos y apoyos, esos que son tan difíciles de encontrar en el mundo de la
cultura. Es muy probable que centenares de portuenses desconozcan que tras el
cierre del ya antiguo cine -en cuya apertura estuvimos, por cierto- se ha
producido una readaptación del local en cuya fachada han colocado un rótulo con
la palabra TEATRO que hace aún más atrayente toda la actividad que allí se
lleve a cabo. No aparecía ese vocablo de forma estable en el pequeño universo
portuense desde aquellos tiempos en que daba nombre a aquel recinto de la calle
San Juan, dedicado preferentemente a cine pero también a otras actividades
lúdicas, recreativas, musicales, políticas y culturales, entre ellas las
teatrales. Hasta riñas de gallos hubo.
Pero es que el Puerto siempre tuvo una
vena del arte de Talía. “Vamos a representar”, fue una frase muy común de los
años cincuenta y sesenta del pasado siglo. Representar era interpretar, lucir
habilidades. En aquel vetusto Teatro Topham, muchos hicimos pinitos, bajo la
dirección de Jesús Hernández Martín, el
Maestro, quien alternaba su rigurosa docencia con esta afición que
inculcaba a niños y jóvenes estudiantes. Don Jesús, como le llamábamos, lloró
la destrucción del Topham; más que eso, lamentó toda su vida que las
autoridades de la época no fueran más sensibles y que la población no exigiera
la continuidad de un recinto que acogiese la actividad cultura del municipio.
Allí se hicieron veladas lírico-musicales,
eufemismo con el que disfrazar los festivales que combinaban artes con la rigidez
propia de la época. Allí actuaron Antonio Machín -no está probado pero todo el
mundo cuenta la anécdota de que, avanzado el repertorio sin que la
interpretara, un espectador cercano al escenario inquiriese al intérprete
cubano: “Don Antonio: ¡Dos gardenias!”-, el Dúo Dinámico de la primerísima
época y el conjunto Los Pioneros, con las primeras versiones de The Beatles.
Allí tuvieron acogida los Juegos Florales. Y allí dirigió el Maestro obras como “Casilda, reina mora”, “La estrella de
Oriente”, “El amor en bicicleta” y “La fórmula 3K3”. Una suerte de oasis, en
fin, en las limitaciones y penurias culturales de la época. Décadas después, ya
en la democracia, de la mano de Elsie Ribal y Matilde Perera, con el grupo La
Recova, rebrota esa vena con los nuevos conceptos y las incipientes variantes
de las artes escénicas. Más recientemente, es el grupo La Pandilla el que
mantiene encendida la llama, con un nivel de superación, por cierto, muy
estimable; y otro colectivo, aglutinado en torno al nombre Dementia, dirigido por Marcos González, demostró sus afanes
innovadores, incluso ensayando al aire libre.
Pues Mónica Lorenzo, que ya acreditaba su
vocación en La Recova y luego ampliaría su formación en la Escuela
de Actores de Canarias, parece haber heredado esa vena, el espíritu del Topham; y ha hecho, con su
inversión personal, la vocacional y la material, la reconversión del antiguo
cine hasta lograr un espacio cultural polivalente en el que puede disfrutarse
de representaciones diversas -hasta el pregón de las Fiestas de Julio acogió el
año pasado- y de montajes escénicos y audiovisuales. Lo suyo es la pedagogía
teatral: lo demostró durante su estancia en el equipo cultural del Cabildo
Insular y en las escuelas de teatro por donde desfiló. Por eso no le ha
importado ampliar el escenario de la sala ‘Timanfaya’ a costa de reducir el
aforo y fijarlo en doscientas cinco butacas desde las que se puede seguir
cómodamente cualquiera de las opciones de una rica oferta que se prolonga
prácticamente durante todo el año.
Dos años se han cumplido recientemente de
su iniciativa que aspira, sobre todo, a consolidarse. No mendiga, no se queja,
no claudica: personas así, amantes de la cultura y empecinadas en algo tan
sublime como es el teatro, son acreedoras de reconocimiento. Porque aún tienen
mucho por hacer en una ciudad que, precisamente en el ámbito cultural, tiene
por donde crecer.
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