En la búsqueda de mensajes positivos, de
estímulos para el ejercicio de la profesión, aparece este de Elsa González,
presidenta de la federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE): “El
futuro del periodismo no peligra si queremos conservar nuestra democracia”.
Y
cuantos sabemos apreciar los valores de la convivencia, cuantos conocemos la
importancia de la libertad de expresión y del pluralismo en la sociedad de
nuestros días, hallamos en esa frase de Elsa González otra razón más para
seguir luchando por tales factores, ahora que hay que seguir soportando
elusiones de responsables políticos, telecomparecencias, convocatorias sin
preguntas, menosprecios, desplantes y hasta acciones judiciales orientadas
claramente a menoscabar la moral y la capacidad de resistencia del periodista.
Todo eso, por no contar los males inherentes al sector y a la profesión.
Pero
la democracia es cosa seria, más en los tiempos que corren, cuando se
desmantela el estado de bienestar y cuando, por los motivos que sea, merman los
derechos individuales o colectivos. Por ello es importante que el periodismo se
mantenga vivo y dinámico de modo que sea decisivo en la plasmación de la
libertad de prensa pues ésta “es un testimonio vivo de la sociedad pluralista y
democrática”, tal como afirmó la presidenta de la FAPE, “pese a que los
periodistas nos hallamos en busca de autor. Buscamos modelo mientras
caminamos”.
Y
es que, en efecto, soplan vientos desfavorables. A la crisis traducida en
cierre de empresas, desaparición de cabeceras y destrucción de empleo hay que
unir la tremenda incertidumbre que envuelve una importante parte del sector: la
prensa escrita, concretamente. ¿Resistirán las ediciones impresas? Es la gran
pregunta que flota en todos los debates sobre las inagotables capacidades de
las nuevas tecnologías, en los consejos de administración de editores que
examinan con pavor las cuentas de resultados y en las mesas de trabajo de las
firmas publicitarias que tienen cada vez más dificultades en la captación de
nuevos recursos y nuevos mercados.
De
ahí que las palabras de Elsa González revistan una notable importancia. El
periodismo tiene que seguir siendo útil a la democracia. Y la democracia habrá
de valerse del periodismo para no sufrir sobresaltos intempestivos. O para no
verse en peligro, sencillamente.
Cierto
que estamos ante un empobrecimiento galopante de la profesión, luego hay que
hacer todos los esfuerzos posibles para reactivarla y robustecerla. Los propios
periodistas siguen caminando y tendrán que cargar baterías y esmerarse en todo
un ejercicio de imaginación, primero para lograr la excelencia en el desarrollo
de sus aptitudes y habilidades; y después para incursionar las dos vías que
traza el porvenir: el autoempleo y la especialización.
La
democracia espera respuestas claras del periodismo en ese sentido. A ambas
partes les va el futuro en ello.
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