Se
lució el incansable Isidoro Sánchez, en su pormenorizado relato
biográfico de Juan Ismael, capaz de pulsar el temblor que
experimentó la logopeda y bibliotecaria cubana, Xiomara Brito, al
descubrir que los dibujos que ilustraban un libro de poemas del
compatriota escritor y abogado Andrés Piedra Bueno pertenecían al
mismísimo Juan Ismael.
Se
lució el periodista y crítico cubano Juan Carlos Sánchez Reyes al
describir el trazo ingenuo que esconde las travesuras de la mirada
del artista, una forma de expresión consustancial a su obra.
Y
se lució Quinegua, “el singular dúo de trovadores canarios”,
que diría Isidoro, Chicho y Juan Felipe, con las interpretaciones
que abrazan los aires de las dos orillas.
Y
así se desgranó la peculiar conmemoración del Día de Canarias en
la sede del Museo de Arte Contemporáneo (MACEW) del Instituto de
Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC), consistente en la apertura
de una exposición de dibujos (1930), de Juan Ismael, en realidad,
una serie de ornamentaciones artísticas al poemario titulado
Yolandia,
original
del citado intelectual cubano Andrés Piedra Bueno. Una espléndida
publicación, con este mismo título, y con textos de Xiomara Brito y
de Isidoro Sánchez, rubricó este tributo a una de las figuras del
surrealismo canario más relevantes. Carlos Pinto Trujillo lo definió
perfectamente al comisariar la célebre exposición de 2008 en el
Museo de Arte Contemporáneo de Lanzarote: “Para este creador
indiscutible del siglo XX, el dibujo será la puerta de entrada al
mundo del arte y el eje vertebrador de su discurso artístico”.
El
mundo soñado, la idealización sublime de Juan Ismael, el horizonte
y la distancia se deslizaron de forma fluida en las palabras del
estudioso Juan Carlos Sánchez Reyes. “La distancia observada
-dijo- como referencia de la nada o del todo subjetivo, convertida en
un elemento recurrente de la obra del artista que le permite conectar
lo terrenal y concreto con un universo personal de abstracción,
habitado por una imaginería fantástica de símbolos y líneas que
huyen y regresan de la distancia emocional que el pintor
quiere
Sánchez
Reyes dio continuidad, sin duda, a las percepciones de su paisano
Piedra Bueno, cuando en Buenos Aires, 1931, para
Revista Canaria, con
el título 'Un artista', escribió:
“Juan
Ismael escribe el álgebra sobre la geometría. O mejor, la
hipergeometría. Sus trazos -breves, firmes, diáfanos- responden a
una cualificación cuantitativa, Aquél, una ola; aquel, un
rompiente; aquél... Luego, el momento psíquico encarcelado en dos
líneas”.
De
los “versos ismaélicos” habló Isidoro Sánchez que, con la
inestimable colaboración de Xiomara Brito, adquirió hace unos cinco
años, en La Habana, las láminas que presentó con justificada
satisfacción. Los versos se corresponden con los títulos de las
obras que presentó en una colección en 1955 en la sede portuense
del IEHC.
Cuarenta
y cinco ilustraciones inéditas, más el dibujo de la portada,
componen, en definitiva, esta exposición a la que Juan Carlos
Sánchez Reyes quiso poner un cierto sentido lírico a partir de una
apreciación de Domingo Pérez Minik que insinuó la predilección
por la pintura del artista canario a partir de su amor por la poesía.
Quizá ahí esté la clave de unir las visiones del pintor Juan
Ismael y el poeta Piedra Bueno, “en un proyecto -apuntó el crítico
cubano- que ofrecía la posibilidad de entrelazar amor intenso y
fugaz como el vuelo de una gaviota, dibujar en un espacio
ilusoriamente vacío el canto del poeta, el ruido del agua y del
viento, arropado por el espíritu romático que sirviera de soporte
mutuso a sus ideas, de dos amigos que se sabían irremediablemente
condenados por la naturaleza del arte”.
El
arte con el que celebrar la festividad canariense y que se puede
seguir admirando en la sede del MACEW hasta el próximo 6 de
septiembre.
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