Hay
que prestar atención a Corearte (International
Choir Festival), una
convocatoria que mantiene encendida la llama de la música coral en
el Puerto de la Cruz, donde siempre hubo predisposición a
cultivarla, sin perjuicio de edades ni de condición social. Ahora
que han terminado de conmemorar el cincuenta aniversario del
fallecimiento del insigne músico portuense, Juan Reyes Bartlet,
Corearte engrosa el ya
variado abanico de festivales musicales que, desde el ángulo
turístico, siempre entraña una interesante proyección. Además,
tiene el germen de cuatro ediciones en la modalidad junior, con lo
que la convocatoria crece y se enriquece quién sabe si con una
orientación muy clara de ser una plataforma turístico-cultural de
primer nivel.
Corearte
tiene su origen y su sede en
Barcelona, donde desde hace diez años, lleva a cabo un festival de
renombre mundial en el que han participado grupos corales de varios
países del mundo, incluidos Estados Unidos y Rusia. Una firme
convicción anima a sus promotores y dirigentes: la música es un
espacio para comparrtir y disfrutar, de ahí que su labor de
organización, investigación y desarrollo de actividades musicales
se materialice en concursos, actuaciones, festivales, conferencias,
talleres, debates y mesas redondas.
Un
poco de todo esto han hecho en el Puerto de la Cruz a lo largo de
días pasados, con la tutela de la Asociación Cultural Reyes Bartlet
y la participación activa del maestro tinerfeño José Híjar Polo
quien ha trabajado obras y composiciones del folklore isleño. En un
programa en el que han combinado visitas, excursiones y actuaciones,
ha estado acompañado por el maestro catalán Oriol Castanyer y la
profesora canaria Cristo Velázquez. Coros invitados de Islandia,
México, Uruguay y Madrid. Y actuaciones de formaciones corales
insulares como el Grupo Vocal Cantate Laeti, de
La Cruz Santa; el coro Pedro Fuentes, de
Los Realejos; el coro Gaudium Cordis, de
Tejina; y el propio de la Reyes Bartlet. Para todos, una experiencia
provechosa y una semana memorable. La iniciativa del área de Turismo
del Ayuntamiento, decisiva también en la recuperación del recinto,
tras la buena cosecha de estas primeras ediciones, debe ser
potenciada.
Pero
lo mejor ha sido el descubrimiento de la sala 'Isla del Lago'
(antigua 'Andrómeda') como extraordinario recinto donde poder llevar
a cabo presentaciones y actividades culturales. Se trata de un
recurso infrautilizado desde que el Cabildo cerró las instalaciones
acondicionadas en su día para alojar el casino de juego. Aquella
operación, como se sabe, no resultó y ahí quedó el mobiliario,
decoración, escenario y demás, en buen estado de conservación y
apto para ser utilizado como se ha comprobado con Corearte.
Miren por donde, una ciudad que
ahora mismo carece de espacios aptos para actividades culturales y
manifestaciones artísticas de cierto empaque, se ha encontrado, en
un lugar cargado de historia y atractivos, con un recinto donde, con
aforo de trescientas/cuatrocientas personas, puede albergar
acontecimientos de primer orden.
Es
probable que la solución haya sido fruto de la improvisación para
salir del trance y no dejar morir Corearte, pero
si ha servido para impulsar la disponibilidad pública de un recurso
que se necesita, encantados de la vida.
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