(Un
error informático irreparable durante el fin de semana impide
publicar la entrada titulada Puntas portuenses que
habíamos anunciado para hoy. Lo lamentamos).
Quienes
hemos venido demandando mayor sensibilidad con el patrimonio
cultural, histórico y arquitectónico en el Puerto de la Cruz, no
podemos por menos que acoger con cierto entusiasmo la iniciativa de
los alumnos de cuarto curso de Primaria del colegio Juan Cruz Ruiz de
La Vera consistente en recoger firmas en el sitio web o plataforma
digital change.org para
rescatar de la desidia e impedir la ruina de la Casa Iriarte,
construida a finales del siglo XVIIII y localizada en la calle San
Juan -la trasera da a Agustín de Bethencourt- que acogió, mientras
estuvo abierta, un museo naval de cierta consideración. En ella
nacieron los hermanos Iriarte, algunos de los cuales sobresalieron,
en los ámbitos político y literario, durante la Ilustración.
El
inmueble está cerrado desde hace algunos años y, por tanto, los
riesgos de deterioro, pérdidas y daños irreparables son evidentes.
Cierto que es de propiedad privada y las acciones a emprender quedan
bastante condicionadas pero la recogida de firmas de los alumnos del
citado colegio es ya, al menos, una señal esperanzadora. Es más:
dan un ejemplo, frente a las pruebas de abandono y desatención. La
Casa Iriarte sería un lujo, un timbre de orgullo en cualquier otro
municipio.
De
ahí que se pondere esta iniciativa que ya ha encontrado reflejo en
medios de comunicación locales. Habrá que aguardar el alcance,
hasta dónde llega el número de firmas. Faltan respuestas más
persuasivas de las administraciones competentes. El pleno del
Ayuntamiento aprobó en su día la creación de un consejo municipal
que habría de estudiar medidas para la conservación y promoción
del patrimonio portuense. Lo que escribimos en mayo del pasado año,
con ese motivo, adquiere plena vigencia:
“El
acuerdo es oportuno y necesario. Por tanto, ojalá no quede en mera
expresión de voluntad, una de esas tantas que se produce a lo largo
de un mandato pero no luego no se materializa con resultados
prácticos y tangibles. Oportuno, en cuanto que es el primer paso de
una hipotética solución para frenar el deterioro de una parte del
acervo patrimonial portuense y de una sensibilidad indispensable para
evitar la pérdida de valores que, en el fondo, son representativos
de la identidad urbanística del municipio. Necesario, porque de no
atajar, en medio de un clima de progresiva indolencia, se extenderán
las huellas de un paisaje urbano revelador de abandono imparable y de
una inacción que solo conduce al desastre”.
Los
alumnos del colegio Juan Cruz Ruiz han dado un paso para intentar
evitar la ruina completa de la Casa Iriarte. Es solo un paso pero el
primero, salido desde un ámbito muy concreto de la población. Algo
es algo. Y tal como decíamos entonces:
“Admitamos
que no se trata de una cuestión fácil, que se despacha en breve
lapso de tiempo o con unas actuaciones mínimamente planificadas y
consensuadas. Aquí hay mucho de civismo, en primer lugar. De
sensibilización, de pedagogía. Es una tarea prolongada, que
requiere empeño y dedicación. Los actores sociales deben encontrar
una voluntad nítida de la Administración. Esto es de todos, esto es
el bien común. Por tanto, si se quiere una participación activa y
sostenible, tiene que haber respuestas eficaces por parte de los
poderes públicos. En ese aspecto, es mucho lo que hay que hacer en
todos los campos: obras, monumentos, arquitectura, escultura,
pintura, etnografía, conjunto artístico… Los planes de ordenación
han de prever iniciativas concretas a la hora de delimitar. Por
desgracia, la población portuense no ha sido muy sensible con estos
temas. Es la hora de producir un cambio de conducta y de cultura”.
Tomen
nota.
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