El
lío de los fiscales es un flaco favor a la credibilidad de la
justicia, escribimos días pasados en el muro de la red social en la
que procuramos entretenernos. Un posterior comunicado de la Unión
Progresista de Fiscales (UPF) confirmó aquel pensamiento. “Una
errónea concepción del principio de jeraquía”, señala como
causa de necesario apoyo a los profesionales cuya tarea se ha visto
cuestionada hasta concluir con la petición de remoción o cese del
Fiscal Jefe Anticorrupción, Manuel Moix, “quien ha demostrado su
falta de idoneidad para dirigir un colectivo profesional como es la
Fiscalía contra la Corrupción y el Cimen Organizado”.
El
lío, pues, está enredado, o desatado, desde que Moix decidiera
apartar del caso a los fiscales que investigan el ya tristemente
célebre caso del 3% en Catalunya, destapado desde los mismos bancos
del Parlament. Después vino la publicación de ciertas
conversaciones vinculadas a la Operación Lezo, el
enésimo caso de corrupción política, y el papel del fiscal Moix se
complicó hasta los extremos que han motivado el malestar público de
la UPF. Algunos relevos entre los titulares de fiscalías que
participaban en causas relativas a presunta corrupción en el partido
gubernamental y la decisión de oponerse a registros y otras
dilgencias -bien es verdad que matizada por el propio Moix- han sido
el detonante de este lío que acentúa la pérdida de credibilidad
aludida.
Es un principio básico
que la tarea primordial de los fiscales sea perseguir los actos
delictivos. Es verdad que, sorprendentemente, en la más reciente
historia española hemos visto algunos casos en que parecía
colegirse lo contrario, pero el papel del fiscal es primordial, desde
ese punto de vista, en el sistema judicial y, dentro de éste, en el
ámbito penal. Es natural que la UPF hable de una merma de la
confianza de los ciudadanos en el servicio público que presta la
Fiscalía.
Como
es natural que, en su contundente comunicado, vaya más allá de las
filtraciones esgrimidas por los máximos responsables fiscales como
razón principal de la controversia. “Por
supuesto que debe ponerse coto a aquellas filtraciones que persigan
móviles espurios e infrinjan la legalidad, pero lo que estamos
viviendo es algo de mucho mayor calado -señala el pronunciamiento de
los fiscales progresistas-. Nos hallamos ante un cuestionamiento de
la motivación de los nombramientos habidos en los más altos cargos
de nuestra carrera, así como del funcionamiento de una de las piezas
claves de nuestra institución como es la Fiscalía Anticorrupción;
está en juego un correcto entendimiento del principio de jerarquía
del Ministerio Fiscal y, en definitiva, se está poniendo en tela de
juicio la autonomía de la institución”.
Por
ello, la UPF interpreta que en esta situación no se puede mirar a
otro lado y eludir la realidad del problema.
“Entendemos -advierte- que este clima de sospecha generalizada sobre la independencia y autonomía de los fiscales exigía una acción inmediata, contundente y firme del Fiscal General del Estado para recuperar la credibilidad perdida por la institución. Requería fundadas explicaciones del Fiscal General tanto a la opinión pública, como al conjunto de los fiscales que, atónitos, asistimos a un serial informativo que desprestigia nuestro trabajo. Ahora ya no solo exigimos explicaciones, sino que demandamos decisiones, hechos y resoluciones que visualicen esa autonomía y ayuden a recuperar nuestra credibilidad perdida ante la ciudadanía”.
“Entendemos -advierte- que este clima de sospecha generalizada sobre la independencia y autonomía de los fiscales exigía una acción inmediata, contundente y firme del Fiscal General del Estado para recuperar la credibilidad perdida por la institución. Requería fundadas explicaciones del Fiscal General tanto a la opinión pública, como al conjunto de los fiscales que, atónitos, asistimos a un serial informativo que desprestigia nuestro trabajo. Ahora ya no solo exigimos explicaciones, sino que demandamos decisiones, hechos y resoluciones que visualicen esa autonomía y ayuden a recuperar nuestra credibilidad perdida ante la ciudadanía”.
Lo
dicho: un flaco favor a la credibilidad de la justicia. Casi lo de
menos sea que la Fiscalía, como institución, venga sufriendo un
cierto descrédito mediático. Lo peor es la sensación que se va
apoderando de uso y manipulación al antojo y conveniencia política.
¡Ay, esas presiones!
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