Con
la edición del presente año ya serán quince muecas. Más
de cien actividades artísticas al aire libre para las que se aguarda
a unos sesenta mil espectadores. Estupendo. Compañías afamadas,
artistas de relieve, sello canario, montajes escénicos, comedias
musicales, mimos, actores, animadores... Las vías y plazas
portuenses se llenarán de ese ambiente lúdico-festivo, abrirán sus
ventanas de espectáculo ágil, dinámico y creativo de par en par.
Estupendo. Nos congratulamos, de verdad, de la consolidación y del
previsible éxito. La conjunción de elementos favorables hace prever
aquello de éxito de crítica y de público. Estupendo también.
Y
pensar que no querían Mueca.
Pensar que estuvo a punto de desaparecer. Hasta por las discrepancias
existentes hace años en el seno del gobierno local, del mismo signo
político que el actual, por cierto. Pero la población hizo suya la
iniciativa que terminó convirtiéndose en todo un acontecimiento que
distingue a la ciudad en un ámbito como el cultural. Y entonces,
hasta los menos crédulos terminaron cediendo. Hoy se suman, gozosos,
a la dimensión cobrada por la convocatoria. Hay que congratularse.
Permitan
que, a la vista de algunas entusiastas alegrías, de llamativos
“descubrimientos” culturales que a estas alturas algunos hacen
sin ruborizarse, refresquemos la memoria. Es que no dejan otra
opción. Y como siguen los titulares exultantes, esos afanes por
atribuirse autorias que devinieron exitosas, equiparables a querer
borrar de los mapas todo lo que hicieron otros, contrastado ello casi
como obsesión, son dignos de mejor causa. En mayo de 2013, por
ejemplo, escribimos que “ni siquiera el hecho de una maternidad
política distinta es causa para desentenderse y dejar fenecer -como
tantas cosas en el Puerto- una convocatoria en la que, por
originalidad, apertura y sintonía con las características de la
ciudad, se podía creer con pleno fundamento”.
Y
añadíamos: “Mueca, lo dijimos desde la primera edición,
allá por el año 2000, tenía una vocación universal que es la que
hay que cultivar. La actual concejalía-delegada, sobre la que recae
la responsabilidad de la programación y organización, parece haber
interpretado muy bien esa premisa inicial. Ahora se trata de
“articular un discurso propio, que es esencial para un evento
cultural”, como ha dicho Octavio Arbeláez, director del Festival
de teatro de Manizales (Colombia), presente en la cita portuense”
(de aquel año).
Luego,
en 2016, hace casi justo un año, publicamos: “Mueca arrancaba
con vocación de entretener y divertir, hasta de descubrir tendencias
y corrientes artísticas. Unos funambulistas belgas hicieron las
delicias de quienes, curiosos, se dieron cita en el parque San
Francisco, aún útil entonces para espectáculos y representaciones.
Plazas y vías del Puerto de la Cruz se contagiaron del buen ánimo y
del ambiente que derivaban de música, disfraces, desenfado, circo,
comicidad, performances… Mueca, el arte en la calle,
accesible, atrayente, un conjunto de alardes, era, en sí mismo, una
prueba de optimismo que podía crecer y convertirse en algo grande”.
Como
dijimos, “estuvo a punto de desaparecer, acaso por un cierto afán
de liquidación de lo que otros han hecho bajo el pretexto de
incongruentes políticas austericidas y de contención de gastos”;
hasta que terminó imponiéndose la sensatez y llegaron empeños
plausibles que involucraron al sector privado. Como tiene que ser.
Con cómplices y todo.
Era
necesario -decíamos- además de fe, mantener voluntad política,
respetar y exprimir la capacidad de gestión. Sin eso, no hay
optimismo que valga. Esta es una apuesta diferenciada por la cultura,
una incursión en el vasto campo de las manifestaciones artísticas
que, además, ha cobrado ya una dimensión internacional
verdaderamente estimable y está en las principales agendas
socioculturales del país. El Puerto hace Mueca. Qué bien. Ya
van quince.
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