Será
interesante conocer qué recorrido tiene -y cuál será su alcance-
el contenido del tercer Encuentro de la Red Vivre la Ville en
Europe! (en español, Vivir
la ciudad en Europa!), que
agrupó el pasado mes de marzo, en Madrid, a representantes de más
de ochenta ciudades que debatieron sobre problemas comunes,
especialmente los relacionados con el ocio nocturno. La situación se
va haciendo cada vez más complicada para todos, desde el tejido
empresarial hasta el legítimo derecho al descanso como conceptos que
igual se sitúan contrapuestos en el propósito de crecer, ampliar
negocio y generar empleo, y la pérdida de calidad de las condiciones
de vida. La convocatoria sirvió, además, para estudiar más
detalladamente la renovación de las formas de participación
política y organización de la sociedad civil, contribuyendo a un
proyecto colectivo capaz de afrontar retos fundamentales para el
futuro de las ciudades, como la habitabilidad de sus centros
históricos o la denuncia de las prácticas sociales no reguladas,
especialmente relacionadas con el mal llamado ‘ocio nocturno’,
que amenazan la sostenibilidad y el futuro de los barrios
residenciales de los centros históricos de muchas urbes.
El conjunto las
diferentes administraciones y la propia Unión Europea (UE)
dispondrán, para su ulterior determinación, de algunas bases
convergentes con las que se intenta prevenir los males ya detectados,
corregir los desvíos y, en definitiva, crear hábitos saludables en
espacios que son de todos y en los que los derechos de cada cual
deben ser respetados. Por ejemplo, las ofertas turísticas, festivas,
lúdicas y gastronómicas deben enmarcarse “en horarios y
condiciones no lesivos para la salud de los residentes en los centros
históricos de las ciudades”, según el avance de las conclusiones
del citado Encuentro.
Muchas de las
asociaciones vecinales participantes están a favor del “ocio
regulado” pero reclaman voluntad política para contribuir a
alcanzar normativas satisfactorias y no plegarse a inhibiciones o
presiones empresariales o de 'lobbies' y grupos de interés que
dificultan posibles acuerdos y su incidencia en los propios
comportamientos sociales. Esa idea, “ocio regulado”, evitará,
teóricamente, que las zonas de bares y terrazas de núcleos urbanos
concretos y de zonas residenciales se conviertan en lo que ya se
conoce como “bar continuo”.
La
presión turística, el ruido o el exceso de ocupación de la vía
pública traen como consecuencia problemas a los que se enfrentan
-muchas veces sin ordenanzas operativas o sin saber qué hacer- las
administraciones locales. Pero es que, además de los derivados del
ocio, hay que afrontar problemas de conservación, mantenimiento y
protección de centros urbanos históricos, de alto valor
patrimonial, social y cultural, que quedan a expensas de acciones
vandálicas o delictivas difícilmente controlables. La seguridad, en
efecto, es otra de las asignaturas que hay que aprobar en este que no
parece fácil examen. Se trata de que esos centros no se conviertan
en meros centros de ocio. Y como el argumento de la actividad
económica y de los empleos muchas veces no se sostiene, habrá que
esmerarse para que todos cuantos forman parte del sistema productivo
se integren responsablemente y contribuyan a que la calidad de vida
se algo más que una frase hecha o un concepto teórico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario