Va a cerrar
sus puertas en Santa Cruz de Tenerife, al cabo de cuarenta y tres años, la
librería “La isla”. Es una mala noticia: todos hemos sido clientes de ese
establecimiento. Allí hemos adquirido los ejemplares que llegaban antes,
ediciones difíciles de conseguir, volúmenes de todas las colecciones, títulos
perdidos, textos, manuales, regalos de última hora… Ningún paseo por la calle
Castillo hasta enlazar con Robayna sin detenerse en “La isla”, a ver sus
escaparates o a curiosear en su interior donde el ambiente siempre tuvo ese
singular sabor de las librerías superpobladas, con estantes y anaqueles a tope,
con pasillos estrechos, conversaciones en voz baja… Sus propietarios -la
vocación nunca se pierde- quieren seguir atendiendo a sus clientes en las otras
tiendas de la firma, emplazadas en la calle Imeldo Serís.
El cierre de de esta y de cualquier
librería es un hecho negativo. En la sociedad del conocimiento y de la
información se pierde otro núcleo de sabiduría, otro espacio de difusión de la
cultura. Se dirá que la crisis no perdona o no distingue pero hay más
inquietudes derivadas: no se lee, no se compran libros, son muy caros, se
espera a ediciones posteriores más baratas, la red ha hecho mucho daño pese a
los incentivos y las alternativas que ofrece…
Lo cierto es que si ya era preocupante
la reducción de lugares, usos, programas y espacios donde se pudiera
desarrollar una actividad cultural, siquiera elemental; si ya era para perder
el sueño con las limitaciones de los recursos dedicados a la creación y a la
cultura en general; si ya están sufriendo lo indecible las instituciones con
sus políticas restringidas o mutiladas; si algunas convocatorias de ferias y
similares parecen abocadas a la desaparición o a la disminución de sus ofertas;
si tantas campañas de sensibilización o de fomento a la lectura están sirviendo
de muy poco… el que ahora los propietarios de librerías hayan de clausurar es
para echarse a temblar.
Ojalá que el hecho haga reflexionar y
replantear muchas cosas. La continuidad ha entrañado un gran esfuerzo de
empresas familiares y de emprendedores que, aún conscientes de la entrada en
pérdida, hicieron todo lo posible para que ese siguiera siendo el medio de
vida, para modernizar y para divulgar la cultura y el saber. Esperaron -como lo
seguirán haciendo quienes subsistan- a determinadas fechas del año para
mantener el negocio vivo.
Lo hizo la familia Celis, en “La isla”,
durante más de cuatro décadas. Como no se rinde, quiere decir el próximo sábado
un hasta luego y seguir comerciando con libros en otro establecimiento cercano.
Saben -sabemos- que no será igual pero es plausible su empeño. Mucho tiempo al
lado de páginas impresas y de portadas de tapa dura que hacían de reclamo.
Ese amor por los libros, hay que
reconocerlo.
1 comentario:
Muchas gracias por tus palabras!
Esperamos verte por Imledo Serís ;)
La Isla.
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