Historia, cientificismo y
porvenir, tres ángulos desde los que contemplar el nacimiento del
turismo en Canarias, ocurrido en el Puerto de la Cruz hace ciento
treinta años, un aniversario (1886-2016) que el Instituto de
Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC) ha sustanciado como una
rigurosa aportación al conocimiento y la evolución de un sector
productivo y de una filosofía de vida que parece tener, como ya
hemos dicho, una indeclinable vocación de acogida, cosmopolitismo,
multiculturalidad y cultivo de fórmulas de ocio, es decir, destino
vacacional por antonomasia.
Una exposición conmemorativa
(que permanecerá abierta hasta el próximo 5 de octubre) en el MACEW
(Casa de la Aduana), tres conferencias y un acto festivo-cultural
previsto para el próximo 27 de septiembre, en ocasión del Día
Internacional del Turismo, dan contenido a este aniversario que
reafirma el carácter seductor de un lugar que, turísticamente
hablando, ya tiene una historia centenaria de la que, gracias a
investigaciones y estudios, se van conociendo hitos, episodios,
decisiones y aspectos que la caracterizan con una riqueza
considerable.
El
sueño del portuense, según el profesor Nicolás González Lemus,
nació en 1886. En pleno siglo XIX, los escarceos de los naturalistas
en lo que él llama prototurismo y la aparición de la
climatoterapia, hasta la visita de Gabriel Belcastel, un político
conservador francés que acompañó a su hija para el tratamiento de
una enfermedad bronquial. Belcastel, autor de un libro muy apreciado,
Las
islas Canarias y el valle de La Orotava bajo el punto de vista médico
e higiénico, estudió
y analizó registros de temperaturas, higrometría y atmósfera, de
modo que pudo establecer comparaciones muy llamativa. Según González
Lemus, Belcastel influyó decisivamente en la toma de conciencia del
potencial del turismo entre los lugareños.
Otro
papel determinante es el del director de la Royal
Meteorological Society (RMS),
de
Londres, William Marcet, quien conecta con unos hacendados locales,
interesados en edificar establecimientos hoteleros, en concreto, en
la zona de La Paz. El Ayuntamiento portuense hace toda una
declaración de intenciones en abril de 1883, al considerar que las
obras proyectadas por Nicolás Benítez de Lugo “son de las más
útiles que pudieran emprenderse”. El final de la declaración es
ilustrativo: “Este Ayuntamiento cree que la obra debe declararse de
utilidad pública y con derecho a la expropiación forzosa de los
terrenos necesarios para la construcción de hoteles”.
Y
entonces surge el núcleo originario de la que habría de ser
industria hotelera portuense. En abril de 1886 se registra, con un
capital de veinte mil libras, la Compañía de Hoteles y Sanatorium
del valle de La Orotava. Nicolás González Lemus dice en su trabajo
que el objetivo era construir un hotel pero, hasta su consecución,
la compañía inició su actividad con el arrendamiento de la
residencia personal de Antonia Dehesa Sanz, en la zona conocida como
Llanos de Martiánez, para establecer el primer hotel, el Orotava
Grand Hotel, conocido
a lo largo de la historia como el hotel Martiánez,
abierto
al público el 1 de septiembre de 1886. Dada su esca capacidad
alojativa, la compañía decidió arrendar otras tres casas, Lavaggi,
Marqués y Zamora. Ese es el germen, el sueño del portuense hecho
realidad, como se contrastaría pocos años después, en las
navidades de 1890, con la apertura del hotel Taoro.
El matemático orotavense
José Manuel González Rodríguez, catedrático de Métodos
cuantitativos para economía y empresa de la Universidad de La
Laguna, analizó “Los años del boom del turismo de sol y playa”.
Su exposición, apoyada en tablas y gráficos, permitió conocer la
evolución y la incidencia del sector en un municipio, al menos desde
la disponibilidad de registros y estadísticas. Fija en la Ley del
Suelo de 1957 y en la redacción del primer Plan General de
Ordenación, a cargo del arquitecto Luis Cabrera Sánchez-Real, el
enfoque definitivo del Puerto de la Cruz hacia un modelo de
desarrollo turístico. Ahí están los nombres de los hermanos
Fernández Perdigón, Pedro y Sebastián, propietarios de los
terrenos; del constructor Luis Díaz de Losada; y de los inversores,
Cándido Luis García-Sanjuán, Diego Benítez de Lugo y Ángel
Piñeiro, e Isidoro Luz Cárpenter, alcalde, como baluartes de lo que
habría de convertirse en un pequeño emporio.
Distinguió en su estudio el
profesor González una primera fase en la que el número de camas se
cuadriplica cada cuatro años para dar pie a un nuevo escenario:
“Expansión ¿desmedida? de la oferta”. La respuesta está en la
segunda fase de su investigación: en julio de 1974, siendo alcalde
Felipe Machado González de Chaves, se aprueba un nuevo Plan General
de Ordenación Urbana (PGOU), en el que se amplía suelo para uso
turístico, es decir, hay un cambio de modelo y se incrementa el
número de plazas. Pero el Puerto tiene que empezar a competir con
los sures, de Tenerife y de otras islas. Cierto que hay una etapa de
esplendor, hasta finales de los setenta, pero llega la crisis y
empieza la lucha por los recursos escasos.
En efecto, esta apreciación
de González Rodríguez es determinante para entender el
estancamiento del Puerto como destino turístico: sus limitadísimos
recursos de suelo se unieron a una falta de visión del promotores y
empresarios locales que, disponiendo de experiencia y habiendo
avanzado como nadie en el planteamiento del negocio, creyeron que la
competencia sureña e interinsular no les iba a afectar, prefirieron
conservar y acomodarse y no emprendieron ni apostaron por la
cualificación y la innovación cuando estaban en disposición de
hacerlo.
En la tercera de las
conferencias, el profesor de la Escuela Universitaria de Turismo de
la Universidad de La Laguna, Oswaldo Ledesma González, consignó
algunos de estos antecedentes para hablar de “El Puerto de la Cruz
hoy y el nuevo modelo turístico”. Se refirió al concepto de
Richard Butler de 1980 sobre el ciclo de vida de un destino turístico
y fijó el año 2007 como año clave para concebir y realizar el
actual modelo.
Ledesma fue prolijo y
minucioso con la explicación del Plan del Turismo Español Horizonte
2020, aprobado entonces, y que ha dado pie al Consorcio para la
Rehabilitación Turística del Puerto de la Cruz que intenta, no sin
dificultades, encabezar un proceso de reposicionamiento de un destino
turístico en el que confluyen distintos planes y en el que se
requiere no solo las aportaciones de las administraciones públicas
concurrentes sino la identificación de los agentes privados. Ledesma
fue cauto y no anticipó valoraciones, a la espera de que discurra el
tiempo imprescindible para contrastar resultados. Pero sí insistió
en que toda la planificación del Consorcio es, en sí misma, la que
sustancia el modelo y las directrices de la ciudad portuense que
libra una pugna, no solo contra los recursos escasos, como vimos
antes, sino contra la desidia y la falta de iniciativa e
identificación de los sectores público y privado. El profesor
Ledesma subrayó el relieve de la marca Puerto de la Cruz, que es el
primer destino urbano multiexperiencias de Canarias. Y eso hay
explotarlo y aprovecharlo.
En fin, un aniversario, el
130 del nacimiento del turismo en el archipiélago que ha
significado, en síntesis, un mejor conocimiento de los orígenes, de
su crecimiento, de su expansión y de sus perspectivas futuras que,
teóricamente, por cierto, deben seguir alimentando esa filosofía de
vida que caracteriza al Puerto de la Cruz.
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