El presidente de la todopoderosa CEOE, Juan Rosell, pide
supresión de los privilegios de los trabajadores fijos y, ya puestos, hasta la
reconversión de las pensiones de las viudas. Un lince Rosell. Claro: sin muchas
posibilidades de especular en el sector inmobiliario, en la construcción o en
las disminuidas obras públicas, no queda más remedio que atacar a los de
siempre. La misma cantinela. Vaya porvenir.
Unas ganas ya de leer y escuchar a empresarios ideas
innovadoras, alternativas imaginativas. Algo más que los lamentos de siempre
ante los impuestos o los gastos de la Administración. Unas ganas de verles
aportar soluciones concretas para generar empleo, para hacer que se
correspondan, por ejemplo, las buenas cifras turísticas con la creación de
puestos de trabajo.
Pero no: a estas alturas, aún se permiten introducir el
concepto privilegios en sus discursos. O avisar a las viudas que hay que
revisar el carácter de su pensión. Eso sí: del fraude fiscal al erario público,
concentrado en un 75% de las empresas integradas en la gran patronal, no se
dice nada.
No hay remedio.
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