El agosto que empezaba igual continúa igual. El paisaje que queda después de la comparecencia es sencillo: la credibilidad del presidente no parece haber subido, la sospecha de que algo ha ocurrido -porque algo ha ocurrido, ¿verdad, presidente?- y no ha sido aún esclarecido prevalece y los órganos mediáticos gubernamentales siguen a lo suyo: ¡Somos los más mejores! Bárcenas permanece en prisión, quien sabe si refocilándose o maldiciendo las cosas que ha tenido que escuchar -¡vaya libro de memorias el suyo cuando esto alcance el cenit!- a la espera de las declaraciones testificales de mediados de mes.
¡Ah! Y una apostilla para la historia: fin de la cita.
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