“Los
artistas hemos de dejar constancia de lo que está pasando”,
proclama sin estridencias la polifacética Graciliana Montelongo
Amador cuya colección de dieciocho acrílicos sobre lienzo, madera y
tela de lino, presentamos esta tarde.
Pero
es la expresión fiel de su compromiso, su actitud de rebeldía ante
la sociedad en la que nos desenvolvemos, su disconformidad con la
resignación y el dejar hacer incontrolado. La artista se revuelve
con una policromía singular que estimula la visualización de su
obra, la interpretación de una realidad que aparece un tanto
cariacontecida, como si no quisiera ser molestada en medio de una
vorágine de adversidades.
Pero
no se pliega, aunque parezca que la tristeza predomine en sus
creaciones. No se rinde porque con los colores de la oscuridad
construye la crítica social entre fragmentos que cobran formas para
mantener la esperanza, a partir de su conocimiento.
El
resultado es el que admiramos: la artista pinta en el lugar de la
artista. Cuando lo hace, vuelca su inspiración en el trazo adecuado
y, sobre todo, en la combinación cromática, siempre difícil de
lograr. Pero Graciliana pone pasión en lo que hace y cuando ocupa el
lugar de la artista va galvanizando sus afanes, sabedora que eso es
lo que se espera de una autora inquieta y perfeccionista, sensible al
desgarro de los jóvenes, por ejemplo, y a la memoria histórica.
Pareciera
entonces que es una exposición triste porque refleja la situación
que estamos pasando, surgida sobre las incertidumbres de una
pandemia. Es una crítica de la crisis desde el año 2007 hasta la
actualidad. La plástica de la autora se refleja, indómita, en
cuadros que unen a grandes de la poesía, como fueron García Lorca y
Miguel Hernández, sus respectivos dramas, sus cantos inigualables, a
veces alborozados a veces entristecidos por el conflicto que, como
tantos otros españoles, hubieron de padecer. Y en otras obras, de
distinto tamaño, que van desde una crítica a la Iglesia, por las
mentiras que nos ha contado, a la dedicada a los que huyen, no
emigran, y que se quedan en el mar; o al poder que sigue engullendo
el mundo.
También
se añade otro que es Europa, la dama del norte. Un mundo, según
palabras de la autora, que es como un manto que arrastra a los
pájaros de cristal, a los que sufren.
En
fin, si muerte, destrucción y tristeza, elementos consustanciales a
un tiempo de dolor y de incomprensión, son algunas de las
sensaciones que transmite la pintora, ilustradora, escritora y
gestora cultural lagunera en su presente obra, repleta de trazos e
incursiones coloristas que hablan de cómo el hombre y la naturaleza
deben caminar juntos, además de reivindicar el respeto mutuo entre
los seres humanos, convenimos con ella en que casi todos los cuadros
hay un cierto aire de misterio, de algo no dicho, apenas sugerido,
apenas susurrado.
Graciliana
Montelongo, con su estilo propio, con esa luz que se transforma desde
la distancia, con el empleo intercalado de negros, azules, violetas y
grises, lo que hace es alimentar el hechizo. Como si se empeñara en
hacer bueno el pensamiento del escritor y músico argentino,
Alejandro Dolina, conductor de un popularísimo programa de radio,
“La venganza será terrible”: “Todos estamos condenados –dice
Dolina- a un hechizo cósmico. El universo es irremediablemente
fugitivo. Nadie puede detenerse”.
Con
Montelongo, no se quiere romper el hechizo. Sus cipreses, los que
guardan el secreto, parecen guiar el camino y hasta el paso
procesional que lo ilumina en la mágica noche lagunera. El hechizo
de la agonía sangrante del drago, obra que fue finalista, por
cierto, en el concurso Oscar Domínguez que convocaba el Ayuntamiento
de Tacoronte. Estas obras y las que completan la colección acreditan
que la pintora afrontó el carácter fugitivo del universo sin miedo
ni reservas, hasta el punto de hacer una apelación al misterio que
se descubre con un paso, con una mirada y con una reflexión. O con
varias. Lo importante es imaginar, captar y plasmar cuanto sugiera
la realidad misma, tan abierta a cuantos matices puedan enriquecerla.
Entonces,
esta ‘Crítica fragmentada’ es la denuncia social de quien está
atenta a lo que pasa a nuestro alrededor, a los migrantes que después
de sus tribulaciones en tierra firme luchan a brazo partido en aguas
procelosas y miran desesperadamente al cielo en busca del último
asidero. Una pincelada suelta, muy simbólica y surrealista en
algunos aspectos.
Así
se va desgranando esta colección de la artista comprometida,
fundadora del colectivo cultural ‘Viera y Clavijo’, de Los
Realejos. En la biblioteca del mismo nombre, creó una revista que
lleva por título “Cartón Letra”. Autora de varios relatos que
aparecen en el libro ‘Cimientos’, presentado en el Ayuntamiento
realejero en 2008.
Su
primer libro, ‘La leyenda de la escritora de haikus’ (Idea
Ediciones) fue publicado cuatro años después. En 2013, lo da a
conocer en Barcelona donde imparte conferencias y talleres sobre este
género poético japonés, una composición breve de diecisiete
sílabas escrita en tres versos de cinco, siete y cinco sílabas
respectivamente que plasma con sencillez y austeridad cómo se
captura el instante. Y continúa exponiendo su obra pictórica
dedicada a la naturaleza en La Palma, de cuyo reciente fenómeno
volcánico queda aquí otra visión de sus entrañas.
Precisamente,
ahora que está a punto de publicar otro libro, de misterio y terror,
esta colección reafirma el apego de la autora por la naturaleza, el
respeto que transmite con un mensaje nítido que ahora inculca a los
más jóvenes, a los estudiantes, a los senderistas que tienen aquí
una alternativa artística.
El
escritor y ambientalista estadounidense, Edward Abbey, advirtió en
cierta ocasión de que la naturaleza no es un lujo sino una necesidad
del espíritu humano, tan vital como el agua o el buen pan. Si
tomamos al pie de la letra su pensamiento y contemplamos,
reflexivamente, la obra de Graciliana Montelongo Amador, se
comprobará que cuidarla es una obligación, un compromiso ético que
debe inspirar nuestra relación y nuestro comportamiento.