Con algunos amigos sinceros
bromeamos de vez en cuando en el café de los lunes sacamos a colación el papel
político de Javier Ortega Smith, portavoz del ultraderechista Vox en el
Ayuntamiento de Madrid y diputado en el Congreso. La broma consiste en los parecidos
físicos y los contenidos discursivos con los que fuera militar franquista,
teniente general Queipo de Llano. Miren por donde las bromas ya no son tanto y
los perfiles se van haciendo realidad.
En el pleno del Ayuntamiento
del pasado viernes, el edil Ortega Smith protagonizó un incidente al lanzar a
la cara una botella de agua vacía al portavoz adjunto del grupo Más Madrid ,
Eduardo Fernández Rubiño. Tras ello y ante la pasividad del presidente del
Pleno y la negativa del ultra para pedir perdón, los concejales de Más Madrid y
del PSOE han salido del pleno, y han exigido la dimisión del ultraderechista,
algo que también ha apoyado el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, quien, a
este paso, ya empieza a sentir la desazón aquella de no poder dormir que
predecía el presidente del Gobierno Pedro Sánchez antes de asumir el cargo en
la anterior legislatura, cuando hubo de pactar y luego cogobernar con Podemos.
Como se ve, acertaba en sus pensamientos.
La politóloga y concejala de
Más Madrid, Rita Maestre, con tono firme, ha exigido al edil ultra que pida
perdón a Rubiño tras la agresión, algo a lo que inicialmente se ha negado y ha
provocado finalmente la salida de los concejales socialistas y de Más Madrid
del pleno. "Le pido a Ortega Smith que pida disculpas o entregue su acta
porque su conducta es inaceptable con ser concejal de este pleno. Al presidente
del pleno le pido que use su autoridad", ha dicho tajante ante la
pasividad del presidente del pleno, Borja Fanjul.
Bromas y agresividad aparte,
que no al margen, los políticos deben saber que este no es el camino. Se les
pide a todos que sean conscientes de que así se va por el peor camino. Y que su
comportamiento en las instituciones debe caracterizarse, ante todo, por el
respeto. Dejen para los radiotelepredicadores y los todólogos de todo pelaje
las soflamas y los exabruptos, por no decir los insultos que también emplean
con demasiada frecuencia, creyendo que las discusiones tabernarias tienen un
hueco en el debate político.
Y as señoras y señores de
Vox, que se lo hagan mirar, salvo que
quieran acentuar su antipatía y sus señas de identidad. Los plenos de las
instituciones están para otra cosa, muy distinta de denostar, agredir, faltar a
los elementales principios del civismo y del respeto. Y si no saben o no han
aprendido todavía, pues apresúrense, porque la democracia con esos modales,
sencillamente, pierde. No es democracia. Y agiganta la brecha de la
desconfianza política.
Javier Ortega Smith ha
asegurado que no va a renunciar al acta, como le han exigido PP, PSOE y Más
Madrid, y ha negado agresión alguna a Rubiño al tirarle lo que considiera
"una botella vacía de agua". "Que se recupere de sus graves
lesiones el agredido", ha ironizado en su despedida de su comparecencia de
prensa. Encima, gracioso.
"Probablemente
como ser humano que soy no debería haberle tirado la botella, que por cierto
estaba vacía. No ha habido agresión ninguna y lamento que algunos, como el
alcalde, José Luis Martínez-Almeida, quieran remar políticamente y sacar algún
tipo de rédito diciendo que es inaceptable esta 'agresión'", ha continuado
Ortega Smith, antes de otras lindezas.
En fin, un
episodio penoso, reflejo del momento que vive la política española. Ni siquiera
en vísperas navideñas hay una mínima tregua. Al contrario, va a más. El historiador español José Luis
Rodríguez Jiménez ha señalado que «el extremismo [político] es maximalista
tanto en los fines como en los procedimientos adoptados para la consecución de
los objetivos propuestos. Esta negativa a transigir, a llegar a acuerdos,
implica que cuando sus ideas no son defendidas por un gobierno democrático, y
difícilmente pueden serlo, los extremistas definen como una vía muerta para la
negociación las normativas de la comunidad política ordenada en democracia. De
igual modo descalifican al competidor político a partir de las ideas y no de
las actuaciones, se niegan a aceptar cualquier tipo de divergencia y consideran
que determinadas adscripciones ideológicas deben ser perseguidas».
No hay comentarios:
Publicar un comentario