Cuando llega la hora del balance, es procedente recordar que, al
iniciarse el año que termina, la incertidumbre sobresalía en el sector
turístico, el cual miraba de reojo a la ola inflacionista. Muchos de los que se
pusieron el termómetro de FITUR –aceptada ya comúnmente como una convocatoria
de inflexión para prever al menos a qué tienden los mercados- han comprobado
que el pulso late bien y que, tras la dura crisis de la COVID, muchas empresas
han modernizado y afrontado procesos de renovación, otras han abierto, avanza
la digitalización, se ha creado empleo –quizás en las condiciones no plenamente
satisfactorias pero han brotado oportunidades laborales- y hasta se cierran
ejercicios con resultados de explotación con ingresos y beneficios superiores a
registros prepandemia.
Tal es así que, según algunas publicaciones especializadas, “la
mayoría de empresas turísticas cierran un inesperado mejor año de su historia”.
Algunos expertos se atrevieron a pronosticar que asistiríamos a un desplome del
consumo turístico. Sin embargo, la
demanda sigue mostrando una gran fortaleza, lo que ha permitido a la práctica
totalidad de las empresas igualar o incluso superar sus mejores registros.
En el arranque de 2023, la incertidumbre era la tónica
predominante en un sector que miraba de reojo a la ola inflacionista. La
sensación generalizada, como se plasmó en la última edición de Fitur, era que
tarde o temprano asistiríamos a un desplome del consumo turístico. Sin embargo,
la demanda sigue mostrando una gran fortaleza, lo que ha permitido a la
práctica totalidad de las empresas igualar o incluso superar sus mejores
registros. En muchos casos, los mejores de su historia. Pero, una vez más, seamos
prudentes y consignemos factores objetivos: el ahorro en época de pandemia y la
privación o reducción han aumentado las ganas de viajar. Ya saben: carpe
diem.
Sectores empresariales y conservadores se quejan, pese a la
bonanza, de que un nuevo gobierno de coalición se ha puesto en marcha después
de no haber tenido en cuenta las peticiones de un Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación
Económica (PERTE), un nuevo instrumento de colaboración público
privada en el que colaboran las distintas administraciones públicas empresas,
organismos y centros de investigación, en este caso enfocado a la
sostenibilidad. El Gobierno concibió este
instrumento de colaboración público-privada, creado en
2020, para fomentar proyectos de carácter estratégico, en teoría con gran
capacidad de arrastre para el crecimiento económico, el empleo y la
competitividad de la economía española.
Pero el problema –por ahora, inextricable- se sigue llamando
alquiler vacacional, una asignatura en la que habrán de esmerarse comunidades
autónomas, municipios y el propio Gobierno de la nación con tal de acabar con
un descontrol cada vez más acusado. Abunda la oferta ilegal, he ahí la
cuestión. Las viviendas de uso turístico siguen creciendo de forma desmedida. Según los últimos datos oficiales, que no tienen en cuenta el
altísimo volumen de oferta ilegal, en España hay 340.424 alojamientos de este
tipo, un 9,2 % más que hace un año, y en algunos casos llegan a suponer cerca
de la mitad de la oferta de camas turísticas.
Habrá que seguir con este asunto.
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