Lo reúne todo para ser el candidato idóneo. Excelente profesional del derecho, periodista, profesor universitario, notable trayectoria política, muy bien valorado socialmente, respetado mediáticamente, estimable grado de conocimiento y relación ciudadana... La oportunidad le llega en un momento clave de su propia existencia, puede que debió ser antes, como parecía, en 2007, cuando públicamente fue proclamado aspirante a la presidencia del Cabildo Insular, sólo que se cruzó la oferta del ministro Bermejo para ser su segundo, para ser secretario de Estado de Justicia.
Ahora trata de acceder a la alcaldía de Santa Cruz de Tenerife, allí donde los socialistas nunca pusieron pica, acaso porque desde el principio de la democracia descuidaron lo que importaba, la calle, los barrios, el tejido social, y se dedicaron a guerrear entre ellos mismos. El resultado ha sido un descalabro tras otro, candidatos y candidata a la oposición sin muchas posibilidades de asomar la cabeza porque la apuntaban los propios compañeros y ni siquiera dejaban libre el flanco de la repetición. Qué crueldad. Y mientras tanto, el socialismo del interior tinerfeño resistiendo al límite, insuficiente para optar al Cabildo Insular, hasta el punto de hacer, por toda terapia, blanda autocrítica en congresos. No más.
Ahora es el candidato que tantos y tanto hemos esperado, incluso los no socialistas, los que le conocen bien y saben de su valía.
Es insólito: la de cosas que han tenido que pasar -decisión personal añadida- para que Julio Pérez Hernández sea el candidato del PSC-PSOE a la alcaldía de la capital de la provincia. O sea, fracasos sucesivos en comicios anteriores, incapacidad para sostener un liderazgo político, infructuosos trabajos de implantación, desacertada relación mediática, pugnas intestinas favorecedoras de los adversarios, estrategias erróneas hasta cuando éstos mostraban sus flaquezas y, más recientemente, una crisis desencadenada a base de discordias irreflexivas en una agrupación que parece maldita o condenada al caos.
En ese contexto, Pérez acepta ir al Ayuntamiento y se quita de encima algún sambenito. Deja de ser el 'niño bonito', el militante de la papa suave, el que nunca se mojaba o sólo lo hacía si había ciertas seguridades. Pérez, disponible y disciplinado, el hombre de la mesura y de las ideas, ha aceptado en circunstancias extremas la candidatura a la alcaldía.
Y el caso es que su papel, a pesar de los pesares, cotiza al alza, cuando asistimos a un fin de ciclo en el Ayuntamiento capitalino, demasiado frívolo en el mandato que declina, aún entre convulsiones. Los ciudadanos parecen exhaustos y eso se nota en los índices de abstención, los que también propiciaron la hegemonía de ATI-CC. Los ciudadanos perciben el estancamiento del municipio capitalino en donde hace años que no brota una idea de progreso social y en donde no se sabe lo que podría haber ocurrido de no mediar las inyecciones económico-inversoras de otras administraciones públicas gobernadas por el mismo color político del Ayuntamiento. Los insularistas han ido agotándose y los socios coyunturales del Partido Popular, salvo excepciones que les costaron sus cargos y competencias, fueron casi siempre a remolque y sin meter nunca la directa.
Pues cuando se dibujaba un horizonte más despejado para una alternativa sólida y fiable, sustanciada en un candidato de postín y rompedor, resulta que algunos han preferido la guerra sin cuartel, no importa que discurra en frentes mediáticos. Cuanto peor, mejor.
Más meritoria la candidatura de Pérez en esas circunstancias. Sus rivales le respetan, saben que están ante un político curtido y bregado, al que no gustan las demagogias facilonas, que no se va a arrugar y que se va a batir con algo más que pundonor y coraje en cualquiera de las materias que surjan en debates y comparecencias audiovisuales.
Julio Pérez, que siempre tuvo un espacio de atención para el municipalismo, que conoce de sobra la importancia de lo local en la fase de depresión económica que atravesamos para salir de ella, es el candidato idóneo. Si su partido recupera motivación y se vuelca, y él echa el resto, igual vivimos un 'sorpasso' político en la capital tinerfeña.
Ahora trata de acceder a la alcaldía de Santa Cruz de Tenerife, allí donde los socialistas nunca pusieron pica, acaso porque desde el principio de la democracia descuidaron lo que importaba, la calle, los barrios, el tejido social, y se dedicaron a guerrear entre ellos mismos. El resultado ha sido un descalabro tras otro, candidatos y candidata a la oposición sin muchas posibilidades de asomar la cabeza porque la apuntaban los propios compañeros y ni siquiera dejaban libre el flanco de la repetición. Qué crueldad. Y mientras tanto, el socialismo del interior tinerfeño resistiendo al límite, insuficiente para optar al Cabildo Insular, hasta el punto de hacer, por toda terapia, blanda autocrítica en congresos. No más.
Ahora es el candidato que tantos y tanto hemos esperado, incluso los no socialistas, los que le conocen bien y saben de su valía.
Es insólito: la de cosas que han tenido que pasar -decisión personal añadida- para que Julio Pérez Hernández sea el candidato del PSC-PSOE a la alcaldía de la capital de la provincia. O sea, fracasos sucesivos en comicios anteriores, incapacidad para sostener un liderazgo político, infructuosos trabajos de implantación, desacertada relación mediática, pugnas intestinas favorecedoras de los adversarios, estrategias erróneas hasta cuando éstos mostraban sus flaquezas y, más recientemente, una crisis desencadenada a base de discordias irreflexivas en una agrupación que parece maldita o condenada al caos.
En ese contexto, Pérez acepta ir al Ayuntamiento y se quita de encima algún sambenito. Deja de ser el 'niño bonito', el militante de la papa suave, el que nunca se mojaba o sólo lo hacía si había ciertas seguridades. Pérez, disponible y disciplinado, el hombre de la mesura y de las ideas, ha aceptado en circunstancias extremas la candidatura a la alcaldía.
Y el caso es que su papel, a pesar de los pesares, cotiza al alza, cuando asistimos a un fin de ciclo en el Ayuntamiento capitalino, demasiado frívolo en el mandato que declina, aún entre convulsiones. Los ciudadanos parecen exhaustos y eso se nota en los índices de abstención, los que también propiciaron la hegemonía de ATI-CC. Los ciudadanos perciben el estancamiento del municipio capitalino en donde hace años que no brota una idea de progreso social y en donde no se sabe lo que podría haber ocurrido de no mediar las inyecciones económico-inversoras de otras administraciones públicas gobernadas por el mismo color político del Ayuntamiento. Los insularistas han ido agotándose y los socios coyunturales del Partido Popular, salvo excepciones que les costaron sus cargos y competencias, fueron casi siempre a remolque y sin meter nunca la directa.
Pues cuando se dibujaba un horizonte más despejado para una alternativa sólida y fiable, sustanciada en un candidato de postín y rompedor, resulta que algunos han preferido la guerra sin cuartel, no importa que discurra en frentes mediáticos. Cuanto peor, mejor.
Más meritoria la candidatura de Pérez en esas circunstancias. Sus rivales le respetan, saben que están ante un político curtido y bregado, al que no gustan las demagogias facilonas, que no se va a arrugar y que se va a batir con algo más que pundonor y coraje en cualquiera de las materias que surjan en debates y comparecencias audiovisuales.
Julio Pérez, que siempre tuvo un espacio de atención para el municipalismo, que conoce de sobra la importancia de lo local en la fase de depresión económica que atravesamos para salir de ella, es el candidato idóneo. Si su partido recupera motivación y se vuelca, y él echa el resto, igual vivimos un 'sorpasso' político en la capital tinerfeña.
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