domingo, 1 de mayo de 2022

UNA REFLEXIÓN EN EL 1º DE MAYO

 

La tasa de desempleo es superior al 13 %. El salario habitual, unos mil quinientos ochenta y tres euros mensuales, o sea, unos diecinueve mil euros anuales, sigue siendo bajo. La contratación temporal afecta a uno de cada cuatro trabajadores. La brecha salarial entre hombres y mujeres alcanza el 19 %. A lo largo del último año, unas seiscientas personas han fallecido en pleno ejercicio laboral.

Con estos rasgos aparece de nuevo la festividad del 1 º de Mayo, bien es verdad que con un horizonte más despejado en dos asuntos que la han caracterizado durante los últimos años: la reforma laboral y la de las pensiones ya forman parte de una larga lucha cuya expresión simbólica se manifestaba en una fecha tan señalada. Muchas veces, sin fruto, entre otras cosas porque la misma celebración ha palidecido.

Pero aquí está de nuevo para recordarnos que la conmemoración obliga a prestar atención al futuro laboral. A los problemas que siguen pendientes y a los que van surgiendo como consecuencia de la evolución, de las demandas y de las nuevas situaciones que se plantean como consecuencia de la revolución tecnológica y la transición climática. La regulación del teletrabajo, por ejemplo, o la de actividades convertidas ya en profesiones, como la de los denominados riders (personas que se dedican al reparto domiciliario a través de plataformas digitales), obligan a las centrales sindicales a tomar la iniciativa. De hecho, en este segundo caso, existe una norma que obliga a las empresas digitales a vincular a los repartidores como trabajadores asalariados en el régimen general y no como autónomos, al considerar que en el marco de las condiciones preexistentes su autonomía es falsa, pues estas plataformas organizan, dirigen y controlan el trabajo de los repartidores por medio de algoritmos. Es un avance que ha tenido su repercusión en Europa.

Pero hay que perseverar porque el camino es largo y plantea exigencias. Ya mencionamos el teletrabajo. Pero no hay que perder de vista la automatización ni la transición tecnólógica ni, por supuesto, el empleo de la inteligencia artificial. Dijimos antes exigencias pero también incertidumbres. Está claro que, así las cosas, la voz de los sindicatos tiene que hacerse escuchar. Han de ser conscientes de que han de aportar respuestas sólidas y sostenibles. En ese sentido, su lucha es como la de toda la vida. Han de adaptarse al ritmo de las exigencias de esas nueva realidades, sobre todo para superar la desafección ante funcionamientos erráticos o poco conocidos.

En este 1º de Mayo, se impone una reflexión ante el futuro laboral más próximo y ante los problemas que surgen a una velocidad que es difícil acompasar, menos si pasa el tiempo sin esas respuestas a las que aludimos.



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