domingo, 20 de diciembre de 2020

VOLVER A LAS ANDADAS

 

Los que nos incorporamos temprano, aún de noche, comprobamos que el de ayer iba a ser un día diferente. Faltaba algo del menguado ambiente cotidiano. Habían entrado en vigor las medidas restrictivas del Gobierno de Canarias y parecía que habían surtido efecto, al menos desde el ángulo de las precauciones. Imaginábamos los primeros cafés, y los churros, y los bocadillitos en las terrazas, o de pie. En el interior ya no se combate el frío. Las primeras compras para tentar a la suerte y las primeras decepciones tras comprobar que seguimos siendo pobres. Y que el virus sigue sin dar tregua. El quiosco de prensa no se anima, prolonga su estado bajo mínimos y las cafeterías cercanas apenas registran movimientos. En las miradas de los clientes se adivina la desazón, el pesimismo. Y las primeras empleadas conversan sobre sus compras sin demasiada motivación. Alguna viene de La Guancha, ha aparcado en las cercanías y va a solicitar una certificación a la empresa para justificar su desplazamiento si es que se encuentra en necesidad de hacerlo.

La quietud es notoria, por no decir total. No se ve a personas circulando hasta bien entrada la mañana. Pero sí, es verdad que en el exterior de bares y cafeterías se concentran grupos de personas que sugieren algo de animación. Aunque la sombra del confinamiento se cierna callada sobre la jornada. Es así: nos pasamos media vida en establecimientos públicos. Hablando, concertando, saludando, consumiendo…

Y ahora, hay que ajustarse, porque las restricciones son severas. Nos las hemos ganado a pulso. Algún amigo pregunta por qué se ha llegado hasta aquí y por qué en la isla se han alcanzado estos niveles de contagio. Otro comenta las reacciones en redes sociales y hasta se sorprende de que se culpe a los dos municipios insulares más poblados, mientras lanzan teorías inverosímiles sobre el por qué de la permisividad, curiosamente cuando circulan patrullas policiales.

También es sábado y se nota pero es el temor a volver a un estado de confinamiento. Ya han aislado el parque infantil de la plaza cercana, como cuando el estado de alarma. Dentro de poco, los informativos de mediodía darán cuenta de que los ingleses tampoco podrán salir y de las imágenes de ciudadanos españoles “que apuran sus compras navideñas”. Un amigo que mañana viaja a Las Palmas informa de que se ha hecho la PCR en la dársena pesquera con resultado negativo. “Es que ya empiezan a decirme que viene usted de Tenerife y… claro, por si acaso”, comenta con deje tristón.

El virus lo condiciona todo. Y si encima los humanos nos comportamos como solemos hacerlo, sin percatarnos o sin ser conscientes de lo que hay, pues no son guiños sino invitaciones expresas a que todo se complique. Cuando cae la noche, aumenta el pesimismo. Dan ganas de meterse en la cama, desde luego. Quedan un par de semanas de tribulaciones inciertas. A leer y a dormir.


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