Todos fuimos más niños leyendo los
colorines –que así se decía entonces- y las peripecias de aquellos personajes
que ‘devorábamos’ con curiosa fruición. Nos sabíamos de memoria sus nombres
pero desconocíamos quién era el padre de las criaturas. Se llamaba Francisco
Ibáñez, fallecido en Barcelona cuando contaba 87 años de edad. Se ha escrito
que era la figura más importante del cómic español.
Claro que su huella es imborrable. Cada
semana, los niños esperábamos ansiosamente los cuentos, los dibujos animados
españoles, en las librerías o en los quioscos. Luego, venía la fase de
colección o de intercambio. Y de repaso, en verano, cuando seguían pareciendo
nuevas las escenas y aquellos dibujos tan exactos. Fuimos unos cuantos los que
aprendimos a leer o complementamos los textos de Don Quijote y Cien
figuras españolas, los libros con los que la abuela nos hacía incursionar
en la lectura.
La editorial Penguin Ramdon House lamentaba
la pérdida del historietista: "Despedimos a la figura más importante del
cómic español. Nos deja el enorme legado de su lucidez, sentido de humor y más
de cincuenta mil páginas con personajes memorables que han hecho felices a un
gran número de lectores”.
El artista que nos hizo reír a todos. A lo
largo de su prolífica carrera, Ibáñez fue capaz de mezclar magistralmente el
humor absurdo, la sátira social y la crítica política en su inmensa
creatividad. Sus personajes únicos y entrañables se convirtieron en compañeros
inseparables para muchos lectores, y las ocurrencias y enredos que se planteaban
en sus obras siempre arrancaron sonrisas.
Asimismo, las obras de Ibáñez burlaron la
censura del régimen anterior y trascendieron las fronteras, siendo publicadas y
disfrutadas en multitud de países, sobre todo de habla hispana. “Sus
historietas lograron transmitir la realidad de una manera ingeniosa y
divertida. Su estilo único e inconfundible ha dejado una marca indeleble en el
mundo del cómic”, ha escrito Irene G. Domínguez.
Creemos recordar que el tinerfeño Manolo
Darias, en Diario de Avisos o La Tarde, dedicó también importantes espacios a
la exposición y análisis de su obra.
Su arte vivirá para siempre. Ibáñez está
asociado a personajes como Mortadelo y Filemón, cuyas aventuras gustaban a
lectores de todas las edades. A Rompetechos, cuya miopía conducía a equívocos
inauditos. A Pepe Gotera y Otilio, que paseaban, con enorme gracejo, sus
chapuzas a domicilio. Y una creación inmortal, 13, Rue del percebe, donde
Ibáñez reproduce en cada entrega situaciones cómicas, insólitas, singulares, el
mejor retrato humorístico de la vida en una comunidad vecinal.
En fin, un genio del comic, un artista
irrepetible. Con el que todos fuimos más niños.
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