domingo, 5 de octubre de 2025

Triunfo en medio del caos

Agradecemos, en primer lugar, a la autora y al Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, la oportunidad de introducir esta novela, ‘Todas las nubes’ (Nectarina Editorial, 2025), la primera de María Nieves Pérez Cejas (Puerto de la Cruz, 1975), que resultó ser finalista el pasado año del premio de novela Benito Pérez Armas de la Fundación CajaCanarias y narra la historia de Greta, una agente de la Guardia Civil, una mujer de fuerte carácter y presencia imponente que no pasa inadvertida.

Sin embargo, su vida personal dista mucho de ser sencilla: debe criar sola a un hijo cuyo padre no lo ha reconocido, un hombre que continúa influyendo negativamente en su vida.

La historia se inicia con el traslado de tres reclusas desde la isla a bordo de un barco, misión que Greta realiza junto a su compañero Romeo Roque, un guardia civil en prácticas, inexperto, inseguro y propenso a marearse desde la infancia.

La trama se desarrolla en torno a una operación de contrabando de piedras preciosas expulsadas por un volcán submarino activo. En esta red ilegal están implicados diversos personajes singulares: un excéntrico capitán de barco, apodado por Greta como "La Nariz", un extranjero procedente de Sarajevo llamado Mathias, y el ex amante de Greta, cuya identidad permanece sin ser mencionada directamente y que además es el padre de su hijo.

Con el volcán como telón de fondo, la autora entrelaza los acontecimientos —fortuitos o no— que conducen al descubrimiento de las actividades ilícitas vinculadas al comercio de gemas, encubiertas bajo el negocio aparentemente inocente de inmersiones turísticas al cráter submarino.

La autora demuestra una notable meticulosidad en la construcción y descripción de los personajes, logrando dotarlos de una profundidad tal que el lector no solo los comprende, sino que empatiza con ellos. Este ejercicio de caracterización se refleja especialmente en las tres mujeres reclusas -Laura Deisy, Rosario y María del Carmen-, cuyas historias personales son presentadas con sensibilidad y detalle, revelando los motivos que las condujeron a prisión. Lejos de esbozarlas como meras delincuentes, la narración ofrece una visión humana y compleja de sus vidas, cargada de matices y contradicciones. Es lo que la escritora denomina indefinición consciente: “Hay algunos [personajes] que parecen estar definidos por el bien, por lo bueno, por la bondad, mientras que otros serían justo sus opuestos”, expone Pérez Cejas. “Sin embargo, hay momentos en los que esa oposición desaparece, en los que esa división entre lo bueno y lo malo se diluye”, precisa.

Durante el traslado de las reclusas en barco, la autora aprovecha para mostrarnos otra faceta de Greta: su humanidad. En dos ocasiones, libera momentáneamente a dos de las presas de sus celdas, otorgándoles breves instantes de libertad. Primero a María del Carmen, la “Dorremí”, a quien lleva a cubierta para que sienta el aire salado del mar, bajo el pretexto de que solo pedía un café. Luego a Rosario, la gitana de piel aceitunada, a quien invita a la cena de gala del capitán en sustitución de Romeo, que se encontraba indispuesto debido a los vaivenes de las olas. Estos gestos no solo relevan la empatía de Greta, sino también su capacidad para entender que, en ocasiones las circunstancias vitales pueden conducirte a tomar decisiones erróneas. Al mismo tiempo, muestran una Greta decidida, audaz, incluso temeraria, capaz de traspasar los límites de la legalidad cuando su instinto así lo dicta.

Esa misma impulsividad se manifiesta cuando, al recibir la resolución judicial que dictamina una custodia compartida con el padre ausente de su hijo, Greta toma la determinación de no entregarlo. La decisión, aunque cuestionable desde el punto de vista legal, se presenta como una reacción comprensible y profundamente humana ante una situación de injusticia emocional.

Con el desarrollo de los personajes femeninos, la autora propone una exploración de la mirada femenina como eje articulador del relato. Tal como ella misma señala, su intención ha sido otorgar a las mujeres una presencia significativa dentro de la narración, en tanto representan una forma particular de comprender la vida y de establecer vínculos con los demás. Esta perspectiva surge, además, de su propia experiencia vital y de su entorno más cercano: “Soy mujer, tengo muchas amigas y no deja de llamarme la atención cómo viven sus historias”, afirma.

Mención destacada merece Romeo Roque, el compañero novato de Greta. En sus inicios es retratado como un joven al inmaduro, que vive aún con su madre y parece más preocupado por causarle orgullo a ella que por cumplir con las exigencias de su profesión. Sin embargo, a lo largo de la trama, Romeo experimenta una evolución significativa: crece en confianza, agudiza su instinto policial y, finalmente, desempeña un papel clave en el descubrimiento de la red de contrabando que operaba en el pantalán número 5 del muelle. 

Otro personaje determinante es el ex amante de Greta, padre de su hijo y principal fuente de su sufrimiento emocional. La autora lo perfila como un hombre con un instinto mujeriego y un ego devastador. A través de episodios particularmente intensos -como la escena en la que Greta descubre sus infidelidades al leer los mensajes de su teléfono, o aquella en la que, en pleno parto, él la humilla diciendo: Greta, ay, Greta, si que nada sabes, mujer inútil, nada entiendes, si que por no saber, no sabes ni parir”- el lector experimenta una cascada de emociones: odio, repulsión, rechazo hacia él, y compasión, pena y solidaridad hacia ella. Esta carga emocional alcanza su punto álgido cuando él, tras años de ausencia, pretende recuperar la custodia de su hijo. La angustia de Greta se transmite de forma tan visceral que resulta imposible no sentirla como propia.

De esta historia hay que hablar también de Dalibor, un hombre que llega a la isla escapando de una ciudad que estaba siendo devastada por la guerra: Sarajevo. Su presencia está marcada por una fuerza silenciosa y por unos ojos azules que no pasan desapercibidos, especialmente para Greta, a quien logra cautivar desde su primer encuentro. Coinciden por casualidad -o al menos eso parece- al sentarse juntos en un vuelo con destino a la isla. A partir de ese momento, una serie de encuentros aparentemente fortuitos comienzan a entrelazar sus caminos, aunque con el tiempo se hace evidente que ambos, impulsados por una atracción mutua, buscan provocarlos con la excusa del azar.

Dalibor desempeña un doble papel en la narración: es, por un lado, una pieza clave -aunque no completamente consciente de ello- en la resolución de la trama del contrabando de piedras preciosas; y, por otro, el catalizador que devuelve a Greta la esperanza, el deseo; y, en última instancia, la capacidad de volver a sentir. La relación entre ambos en intensamente pasional, marcada por una atracción física que no solo despierta en Greta emociones largamente reprimidas, sino que activa en ella una especie de renacimiento personal. En este sentido, la pasión entre Greta y Dalibor establece un potente paralelismo simbólico con la erupción del volcán submarino: una fuerza interna que llevaba su tiempo acumulándose y que finalmente estalla, transformando todo a su alrededor. Dalibor no solo representa el alivio moral o emocional de Greta, sino también una figura de redención en una historia plagada de heridas, traiciones y cicatrices. 

No solo los personajes están cuidadosamente delineados; también lo están los escenarios. La descripción de los paisajes, y en particular del volcán submarino y su entorno, está elaborada con tal precisión que permite al lector situarse mentalmente en el lugar. Las excursiones submarinas son narradas con una riqueza sensorial que convierte el entorno volcánico -ese desierto de tonos ocres, silencioso, inhóspito, salpicado de burbujas de sulfuro- en un escenario casi tangible: Un entorno que, de pronto, se había convertido en un páramo, en un desierto de sal y de burbujas de sulfuro”.

La autora, en fin, entreteje todos estos elementos con gran destreza, construyendo una narración ágil y absorbente, que mantiene al lector en vilo. La constante amenaza de una erupción volcánica añade un trasfondo de tensión que se intensifica hasta el final, logrando que el lector no pueda abandonar la lectura hasta conocer el desenlace.

Y, finalmente, se alcanza un cierre que bien podría definirse como feliz, aunque matizado por la imperfección inherente a la vida real. Si bien algunos personajes, como la “Dorremí”, encuentran un final trágico, otros -como Rosario y la propia Greta- experimentan una forma de redención y justicia, especialmente tras el encarcelamiento del ex amante y la posterior paliza que recibe en prisión, símbolo de una venganza cumplida. A través de la caracterización de los personajes principales, es posible advertir un proceso de evolución y maduración, el cual ha sido explicitado por la autora al afirmar: “Los personajes evolucionan, y, en ese proceso, la madurez que adquieren responde en buena medida a las relaciones que establecen unos con otros, que al principio pueden parecer azarosas”.

La autora apunta: “Es una novela caleidoscópica, de personajes que, según aparecen, da la impresión de que no tienen nada que ver unos con otros, que cada uno de ellos no se ubica junto al resto”.

Y sin embargo, comienzan a surgir vínculos, afectos, que van modulando esa madurez”. De manera que en ‘Todas las nubes’ podría decirse que hay un viaje a través de dos caminos: el existencial y el emocional”, apostilla Pérez Cejas. 

El lector cierra el libro con una sensación de alivio y satisfacción, consciente de que, aunque no todo ha salido bien, lo esencial se ha restaurado: el equilibrio emocional de una mujer que ha luchado -y vencido- en medio del caos.

Gracias otra vez. Y que sea el primero de muchos éxitos bibliográficos.


N.del A.- Texto leído en la presentación de la novela 'Todas nubes', de Mari Nieves Pèrez Cejas, que tuvo lugar el pasado viernes 3 de octubre en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC)




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