sábado, 17 de diciembre de 2011

SIN VIVIENDAS, ÉXODO DE LOS PORTUENSES

Hace tiempo que no se publican informaciones sobre los índices de demandas de viviendas en el Puerto de la Cruz. Pero los registros deben seguir existiendo, con detalles de antigüedad en las peticiones y con solicitantes que ya se habrán cansado de inquirir información y de reformular aquéllas. Hasta donde conocimos, hace unos años, el volumen de demandas, en efecto, era bastante alto. No creemos que, pese al cero informativo, haya disminuido.

Lo reducido del territorio municipal y la carestía del suelo hacen muy complicado cualquier intención, cualquier plan de construcción de viviendas, por muy simple o elemental que resulte. Más difícil todavía, pues, la promoción de casas de promoción pública. Y las restantes modalidades, sobre todo las de iniciativa privada, teniendo en cuenta estas circunstancias, son cada vez más costosas.

El hecho tiene una repercusión directa en la estructura poblacional portuense y a largo plazo contribuye a una progresiva despersonalización. Por un lado, la escasez o carencia de viviendas obliga a muchos ciudadanos a emigrar, especialmente aquellas nuevas familias que buscan su techo -por lo general, de alquiler- en localidades limítrofes. Aunque intentan no desgajarse del todo y mantener vínculos (familiares, amistosos o profesionales), lo cierto es que poco a poco, a medida que crecen hijos y por otras circunstancias, se van alejando y empiezan a sentir lo portuense como algo más distante.

Y por otra parte, la población que llega, que tiene la fortuna de acceder a alguna de las casas de nueva planta o que van quedando libres en el mercado inmobiliario, suele ser de mayor poder adquisitivo y tarda en integrarse en el costumbrismo o en la idiosincrasia local, a veces con la cierta lejanía de los núcleos céntricos como factor que alimenta ese proceso. Todo ello opera una evolución o una metamorfosis poblacional que es necesario seguirla muy de cerca pues, a la larga, los efectos pueden ser impactantes.

Estos considerandos son importantes desde todos los puntos de vista, incluido el político-administrativo. Todos los responsables municipales quieren incrementar su censo, pensando en los porcentajes de participación en ingresos y en la misma fiscalidad local. Luego vendrán los problemas: toda esa población adquiere derechos y exige una apropiada prestación de servicios. Pero a esos mismos responsables desagrada ver cómo “los hijos del pueblo” tienen que marcharse, porque no hay techo o porque el existente es escaso y muy caro.

En el Plan General de Ordenación (PGO) debería estar la solución, al menos la previsión, pero hay que insistir en que no es sencilla. La ciudad, desde hace años, intenta encontrar, mediante distintas iniciativas de planificación, un modelo; pero cuesta muchísimo, siquiera desde los enfoques parciales o de conservación de áreas territoriales delimitadas. El caso es que el Puerto de la Cruz tiene valores y peculiaridades que obligan a un trabajo serio en este sentido, pensado para un largo plazo o concebido para las generaciones venideras. Es difícil decir y decidir dónde, para evitar más destrucción de suelo agrícola o para hacer estallar en añicos cualquier intento de sostenibilidad, pero hay que procurar alguna reserva o bolsas de suelo en el planeamiento.

Desde los años ochenta del pasado siglo no hay promociones de viviendas de promoción pública en la localidad portuense. Es la hora de replanteárselo. Primero, es una cuestión de voluntad política. Y luego, los agentes sociales -¿dónde, pero dónde están las asociaciones vecinales?- también tendrían algo que decir.

Si es que se quiere frenar el éxodo.

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